domingo, 27 de enero de 2013

Ocho escritorzuelos con bastante de escritores.

Hola queridos/as lectores/as!!! De nuevo bajo la lluvia nos volvemos a encontrar. Si es que este mundo es un pañuelo, meteorológicamente hablando. ¿Qué tal os trata la vida? Supongo que si no sois de esos que ahora están en largas tramas judiciales con nombres de cosas raras (más os vale que no, os va el descanso espiritual en ello), mal, como a todos. En ese caso, os traigo un consejo de primera que me he dedicado a experimentar con mucha gente últimamente. AC-DC a todo volumen y muchos cojines que tirar contra la pared. Haced que al día siguiente no podáis levantaros de la cama por la afonía.
Tengo como obligación comentaros, aunque no os interese lo más mínimo, qué tal fue la primera reunión de Cartapacio. Pues fue bien. Sí, sí, creéroslo, fue bien. Ya, yo también tenía el regustillo en la boca, el día antes, de que igual por allí no aparecía ni un alma en pena. Creía que la conserje ya se habría acostumbrado a vernos por allí varias veces al mes, colgando y descolgando carteles, y metiendo carpetas por debajo de las puertas. Necesitamos que se comprobara que nosotros eramos verdaderamente nosotros, los chavales que dijeron que iban a crear un Club de Escritura. Una vez que todo el personal que había en el Pisla por la tarde (cuantificables con los dedos de una mano) supo que "los chavales del Club" estaban allí, todo fue sobre ruedas. La biblioteca me pareció inmensamente grande, oscura y vacía. Tal vez sea porque era grande, oscura y vacía. Solo tuvimos que juntar dos mesas y apartar un regimiento de sillas innecesarias, levantar tropecientas persianas y poner uno de nuestros carteles en el atril de exposiciones. Ya no era ni grande, ni oscura, ni vacía. Ahora era un biblioteca hecha a la medida de Cartapacio.
 Eramos ocho, ocho jóvenes escritorzuelos (y no quedó ninguno, jejeje;). Cuatro chicos y cuatro chicas somos la plantilla de Cartapacio, donde, nunca mejor dicho, hay un poco de todo. A mi parecer, todo cuajó desde el principio. Hablamos, leíamos decálogos del escritor, escuchamos música (gracias por la aportación^^), algunos entraron en trance y otros flipamos en blanco y negro, pero más en negro que en blanco. Ah, claro, y leímos los relatos. Hay muy buen nivel, cada uno tiene su estilo, cada uno leyó un relato sobre sí mismo, donde él/ella era un actor que se representaba. Oir y ver ocho historias distintas, orginales y de calidad fue como leerse ocho buenos libros en un solo día. Recomiendo la experiencia, y espero con ansiedad clínica la próxima sesión. Quedan los carteles por hacer, y decidir alguna cosa. En función de eso veré que hago aquí, igual creo una sección para ir actualizando con mis relatos, info y novedades...todo se andará. Por ahora os dejo mi relato, tema: uno mismo (por si alguno aún no me conoce) y una gran sonrisa. No os perdáis lo nuevo sobre el día de la paz, el miércoles en el blog. By Carmen:D.

Todo lo que puedo decir de mí, y más.

Tal vez lo más secundario de mi sea que estudio 3º de la eso en el Pisla y que tengo 14 años. Lo menos secundario es que soy una enarmonada de la escritura, para mi el mundo son palabras. Escribo, escribo continuamente en mi cabeza (dicen que es la mejor forma de aprender a escribir), y cuando me canso hago guiones de cine mentales. Hace ya dos años decidí que yo quería escribir relatos, cortos, largos, micros o macros. Mis personajes suelen ser personas reencarnadas en patos, papeleras o psicópatas suicidas. No tengo ningún tipo de orden o método al escribir, sencillamente llevo siempre trozos de papel y un boli encima para escribir frases o ideas, y la mayor parte de las veces ni yo entiendo mi letra. Como no resultará extraño, soy de esas personas que no pasan ni un solo día entre que acabe un libro y empiece otro. Leo desde que tengo memoria, y mi escritor favorito es Jordi Sierra i Fabra, porque envidio terriblemente su vida. Me gustan las novelas de aventuras y misterio y no me puedo resistir a las policíacas. Mi género favorito es el Realismo.

Entre mis aficiones están desde debatir o conversar, el cine, la música, la Literatura o la Historia (es la mejor novela que hay, donde todas las historias se entrelazan); a cosas tan inútiles como pintarme monigotes en las yemas de los dedos, técnica que he mejorado considerablemente hasta hacer obras de arte, aunque también me dedico a estampar el símbolo hippy por todas partes. Mi mesa de clase es un mundo de garabatos. Reconozco que me encanta dormir, para poder soñar, a mi no me encontraréis levantada más allá de las doce, y solo si echan una buena película. Desde hace un año y pico llevo un blog llamado No le digas a mi madre que vivo en este mundo, en el cual hablo de todo y todos, están mis relatos y cada post es un relato más. Ya es algo imprescindible en mi vida.
Me gustan las manifestaciones, los helados en verano y los churros con chocolate en invierno, los músicos callejeros que, lo quieras o no, te alegran el día con su música cuando nosotros deberíamos alegrarles a ellos con unas monedas. Me gusta reír y sonreír, los chicles de canela picante, los días de lluvia y los paraguas porque me recuerdan a mi querida Asturias, y ponerles nombre a los objetos (un ejemplo: mi lámpara se llama Mariluz.)
No me gusta gente (distinguiendo entre gente y personas, claro) que no tiene personalidad y sigue a la masa hasta  caerse por el precipicio, yo soy de los que siempre tienen que ir contracorriente. Odio, y perdón por lo radical de la palabra, las clases de Gimnasia y las ciencias exactas. Soy como un pato: mi mente es algo independiente que solo piensa en echar a volar, y a la que es difícil hacer entender que dos y dos son siempre cuatro; y mis patas de pato me impiden hacer una voltereta como Dios manda.
Mi mayor trauma es que cuando estábamos en el colegio, por un Carnaval, disfrazaron a todas las chicas de clase de las Princesas Disney, todas muy guapas, y a mi me pintaron la cara y manos de verde moco y me pusieron un traje negro de viuda. Era la bruja de todos los cuentos habidos y por haber. A veces tengo pesadillas con eso. Mi mayor miedo, como contrapunto de mi cabeza llena de pensamientos, es la nada. Según mi carácter, hay dos yos primordiales: una es introvertida, siempre metida en mi mundo interior, sarcástica y melancólica; y la otra es una explosión constante, hablo a voces, solo digo extravagancias y me gusta llamar la atención. Hay días que subo a mi tumba vampírica entre las nubes y estoy por ahí, pensando, imaginando, huyendo de una realidad que no soporto. Otras veces bajo a las calles de los mortales para chupar todas las ideas y fuentes de inspiración, paseando sin rumbo y dejándome empapar de la vida. Eso sí: soy permanentemente idealista, dispuesta a embarcarme en cruzadas por causas perdidas y volcarme en luchas contra injusticias. Voy por la vida con el “paz y amor” por bandera (o al menos lo intento) y todas las mañanas me leo una de las oraciones de Ghandi que tengo colgada en la nevera, que es como mi abc.
La continuación perfecta de mi vida sería estudiar Derecho en Oviedo, publicar mucho, tanto en blogs como libros, salvar a unos cuantos niños pobres de África, esparcir la paz y libertad por el mundo, viajar a todas partes y conseguir poder llegar a cualquier parte en tren, porque conducir me da auténtico pavor. Igual hasta ganarme un Nobel. Pero he dicho perfecta, así que mejor me dejo de soñar. Probablemente sea abogada o fiscal, me haga voluntaria de Amnistía Internacional, consiga viajar por Francia y me tenga que sacar el carné de conducir. Pero hay una cosa que tengo clara: tendré un pato que se llame Cabrales y seremos como hermanos.

Creo que solo me dejo que siempre acabo con un PUNTO Y FINAL.

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