martes, 26 de febrero de 2013

"Nutrientes somos y nutrientes seremos."


Hola queridos/as lectores/as!!! Y aquí sigo yo con mi abnegada labor de autopublicarme los relatos, labor que me fastidia luego participar en concursos de relatos por la condición de "inédito bajo ningún formato". Vale, voy a pasar de los concursos. Es el relato para la segunda sesión de Cartapacio, cuya condición era intercalar la palabra "cartapacio" y una cita, la única que está repetida dos veces. Ha sido un quebradero de cabeza elegir el relatario correspondiente, porque no es triste ni de humor, y tiene bastante originalidad...así que he creado una nueva sección de relatos, para los que sean más de desarrollo de una idea, pensamiento...mi filosofía, vaya. Allí lo encontraréis.
Sobra decir que me he inspirado en el Telepizza que hay en la esquina de mi calle. Os dejo con la lectura:) By Carmen:D

Nutrientes somos y nutrientes seremos.
Aún acaban de dar la última palada a la harina cuando empezó a vivir. Era tan perfectamente redonda como cualquier otra, con el mismo relleno delicioso en su interior que sus hermanas, pero desde el principio se le notó cierto aire distante y tendencia a la meditación. Daba igual, pensaron todas, si en apenas 10 minutos de vida no quería hablar con nadie, ese era su problema. Pero habló, vaya si habló. Y para sorpresa de las demás, lo hizo con la más vieja de todas, la que estaba apunto de irse. Ese fue el problema, si vives 10 minutos y 3 de ellos estás hablando con alguien al que solo le quedan 2, los 8 que a ti te quedan serán más parecidos a los 2 que le quedan a ese alguien.
Pero era una pizza curiosa, y ya se sabe cómo son las pizzas curiosas.
A las miradas reprobatorias de las otras pizzas no les encontraba motivo, porque la pizza vieja hablaba amablemente con ella. Conversaron un rato sobre todo un poco, pero cuando se dio cuenta de que su compañera seguía con detenimiento las idas y venidas de los humanos se sintió preocupada. Allí pasaba algo y quería enterarse.
-Es el horno, pequeña, pronto iré con él.
-¿Qué pasa con el horno? ¿Para qué sirve?
La pizza vieja sonríe, tal vez decidiéndose a gastar sus últimos minutos en conversar con aquella chiquilla.
-El horno es donde todas acabamos porque para eso hemos sido creadas. Has de saber que aunque tu masa aún sea blanda y el tomate sabroso, pronto irás allí y todo acabará.
No está contenta con la explicación.
-¿Pero entonces para qué servimos? Si nos crean y luego…bueno, y luego nos llevan allí, no sirve de nada estar vivas.
-Nadie lo sabe. Nadie sabe qué pasa después del horno. Cuentan que al principio se está bien, cómoda y calentita y después te vas. Pero tu cuerpo no se va, porque se lo llevan los humanos, pero tú ya no estas ahí.
La pizza joven intenta imaginarse así misma sin su forma de pizza y no lo consigue. Se queda muda por unos instantes. Piensa en alguna forma de escapar del horno y sus terribles consecuencias, pero no encuentra nada que le sea de ayuda.
-Lo llaman muerte.
El comentario de la pizza vieja le hace volver a la realidad.
-¿A qué?
-Al horno, a irse, a lo que hay luego. Todas nos vamos. Cada cinco minutos exactamente, aunque alguna tiene suerte y aguanta seis y medio. Bueno, suerte a veces no, porque cuando llegamos a mi edad ya estamos tan cansadas que deseamos que llegue rápido.
-Pero no puede ser, apenas diez minutos, tanto por ver y conocer, y no hacemos nada, solo esperamos. Esperamos pensando en luego, sabiendo que luego no hay nada. Esperamos la nada.

La pizza vieja se compadeció de la pizza joven. Realmente aquella chiquilla podría hacer tantas cosas y estaba tan llena de vida. Sabía que tenía razón pero ella ya no podía hacer nada. Su tiempo se había agotado. Los pasos malditos se acercaron y unas manos la cogieron. Siempre pensó que miraría al horno con horror, pero en lugar de eso la pizza vieja se volvió y le dijo a la joven:
- Nunca olvides tus sueños, no sabes cuando los vas a necesitar.
Y se fue.
No mates pizzas. Está mal.
De repente, la pizza joven empezó a sentirse vieja. Ahora era ella la que esperaba el horno. Miró a su alrededor y vio como faltaban pizzas y había otras nuevas. Se sumió en el silencio, agobiada por un destino ineludible. La última frase además le había dejado un sabor amargo, ese que queda cuando dependes de la esperanza. Fue pasando del desconcierto a la frustración, y luego a la rabia por todo. El tiempo también pasó. Acabó por dejarse vencer y aceptarlo, buscando así vencer desde dentro mismo de aquel laberinto. Sacó fuerzas de su curiosidad antigua. Cuando las manos del humano la cogieron a ella, con cuidado pero con un recorrido claro, miró expectante el rostro que tal vez tendría las respuestas. El corazón iba por un lado y la mente por otro, no importaba ya, solo miró aquella cara con la pregunta final apunto de decirla. Pero no llegó a hacerlo. Tan solo la pensó.

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El chaval, que ya no era tan chaval, quedó absorto en otros mundos. Para un mísero curro que tenía en la pizzería esperaba que al menos le tocara atender a las chicas que por allí pudieran dejarse caer. Pero no, el trabajo consistía en llevar pizzas de un lado a otro de la cocina, ni siquiera a llevarlas en moto. Tal y como estaba todo no podía quejarse, ya, pero…Era vago, no se iba a engañar, y nunca tuvo grandes aspiraciones. Le gustaba la vida cómoda en casa y la ajetreada en la calle. Era sencillo, nunca se planteó grandes metas ni reflexionó mucho sobre su vida. Joven, y aún así los días ya le parecían monótonos, como si se repitieran constantemente, con lo mismo malo y lo mismo bueno. A menudo se decía que era un laberinto en el que no sabía como había entrado, quizás ya hubiera nacido en él.
Por eso se permitió evadirse aquel día, harto ya de todo. Y lo único que le vino a la mente mientras transportaba pizzas fue pensar cual sería su vida si tuvieran alguna. La pregunta le cautivó y se asombró de que hubiera llegado a pensar algo tan extraño e impropio de él. Casi llegó a sentir como la pizza que tenía entre manos le ajusticiaba con la mirada, una mirada de pizza con vida.
- Eh, chaval, despierta, a ver si te pago para que no hagas nada.
El jefe. Todos los días le recordaba la suerte que tenía de que le hubieran aceptado a las primeras de cambio, que había sido por el accidente de aquella señora vieja…Cualquier cosa.
- Pareces la Rosi, acabarás diciendo que las pizzas te hablan.

Fue como si le leyeran el pensamiento.

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La Rosi llevaba una vida feliz y retirada, lejos del mundanal ruido. La suya era la felicidad que todos persiguen, la felicidad de la locura. Nadie sabía de donde había salido el dinero para pagarle aquella cara residencia psiquiátrica. Se decía que un admirador de juventud había pagado todos los gastos discretamente y solo había dejado como firma un triste y desangelado cartapacio, al estilo de los que antes se usaban, con un retazo de papel que decía “Nunca olvides tus sueños, no sabes cuando los vas a necesitar”. Poco importaba ya.

Todos los días sin falta, el paseo de la Rosi era una señal más de lo injusta que es la vida. Después de la caída no tuvo más remedio que jubilarse. Antes ya tenía problemas, pero no le impedían trabajar. Era una buena mujer. A todo el equipo le gustaba oír las historias que aquella anciana  contaba a quien quisiera escuchar. La echaban de menos, a ella y tal vez a ese mundo donde solo se vivía diez minutos. El jefe tan solo la llamó vieja loca y se dedicó a tapar el asunto. No sería bueno que la prensa y los clientes se enterasen de que un exceso de trabajo, mal pagado, provocara alucinaciones en los trabajadores. Podría haber envenenado las pizzas en un desvarío más.
Los médicos achacaban el empeoramiento de su estado a las fracturas de la caída. Como enfermedades es de lo que más sobra en este mundo, había razones suficientes para creer que la Rosi no viviría más allá de unos meses. En eso todos los médicos y psiquiatras estuvieron de acuerdo. La Rosi, muy gentilmente, se deshizo de ellos con una sonrisa que encerraba compasión y un guiño de sabiduría. Luego se retiró a su habitación con paso taciturno, del brazo de la asistente. Para ella toda aquella palabrería ya no valía nada, no hacía efecto. Había aprendido mucho de las pizzas y estaba decidida a vivir su vida todos los días, fuera corta o larga.
Aquella nueva mañana sacó, como siempre, otro papel del cartapacio y continuó dibujando pizzas, sus eternas compañeras. Las conocía a todas, sabía que las carbonara solían ser las más antipáticas y las hawaianas las más divertidas. Un catálogo completo, dibujado y coloreado, adornaba las paredes de la vacía habitación. Aquella mañana dibujó una pizza nueva y diferente a todas las demás, una pizza libre. Libre y muy curiosa.

La Rosi era inmensamente feliz por poder sonreír al mundo.


sábado, 23 de febrero de 2013

Quince minutos de cotidianidad.


Hola queridos/as lectores/as!!! Ayer, a las tres cuarenta y siete minutos de la tarde, mi madre me envió a comprar como quién envía a Caperucita Roja a la China a por un cargamento de grabadoras made in China. No sé qué tiene el ir a hacer recados, que siempre me ha fascinado. El saber que según ponga el pié en la calle puede caer una bomba en mi barrio me estremece. Luego, pasada la hecatombe, podré decir a los medios de comunicación y al mundo en general, entre sollozos desoladores y con cara compungida, "Sí, yo estaba allí, yo lo viví. Fíjense ustedes, yo solo iba a comprar el pan....ay, solo el pan, tenía familia y un Nobel esperándome, solo era el pan....". Y romper a llorar. Ya veo los titulares: "Trágico testimonio de una superviviente del nuevo atentado de los marcianos".

El caso es que eso iba pensando yo mientras bajaba en el ascensor, chaqueta ya puesta. En ese momento me dí cuenta de que me había olvidado las llaves y de que no sabía como entraría de nuevo en casa, porque el interfono está escacharrado desde hace ya muchos ratos y ni siquiera llevaba móvil. Bueno, mi espíritu de Spider-man me tranquilizó diciendo que si había que escalar la pared hasta el octavo, así se haría. Después de embestir a mi honorable vecino de cualquiera de las 16 casas de edificio, recorrí a paso de charlestón mi portal con paredes de mármol, o la piedra esa que sea (y mira que acabo de tener un exámen sobre materiales de construcción). Solo sé que en verano traigo a mis amigos/as al portal para aplastarnos como estrellas de mar contra la pared del frío que da. Os aseguró que no encontraréis saunas frías en ninguna otra parte del mundo mundial, y que nunca veréis una persona que aumente tanto como yo su número de amigos a final de curso. Luego, traspasada la puerta, observé mi barrio en los primeros pasos. Mi barrio y los locales en venta o alquiler. Mi barrio y su bordillo. Mi barrio y sus baldosas hexagonales. Mi barrio y su parquecito para perros. Mi barrio y su Telepizza. Mi barrio y su Alimerka. Mi barrio y sus quioscos. Quince años, cuatro mil ochenta mañanas recorriendo esa calle para ir a la guardería, el colegio, el instituto. Sí, he usado la calculadora y he quitado los meses de vacaciones.
Lo cierto e innegable es que mi barrio da pena los domingos. Bueno, hacia las once, justo después de que suenen unas campanas en un edificio que no sé muy bien que es, las calles se llenan de gente muy engalanada, como si fuera a venir alguien muy importante, saliendo de alguna parte para meterse todos como sardinas en los bares. Se ríen a voces y saludan a todos sus conocidos  pero yo aún no sé a qué viene ese extraño ritual. Espero que mi barrio entero no sea de una secta. Y, mira tú por donde, la gente que anda por el rastro unas horas después también  se ríen mucho, y hablan todos, y se toman el McMenú con descuento para los más pequeños, ahora solo por 2.30, con un delicioso Sandy de Chocolate. No te lo puedes perder.

El Árbol apareció ante mi como un espejismo en medio del desierto. Al mismo tiempo aparecieron otros espejismos del Alimerka, el Mercadona y un Masymás. Lo eché a pito pito gorgorito y entré en el primero. Vacío, solo cuatro o cinco señoras trajinando con cajas y hablando sobre mira que está mal La Cosa, porque mi hijo tienen un amigo que se ha quedado en la calle sin nada, etc. Me quedé con la duda de si serían las mujeres de los capos de la city y estarían hablando de La Cosa Nostra El Chisme Ese Nuestro, así que lo he dejado con mayúsculas. Si la gente se mi barrio son de una secta de degustación de vinos los domingos, esas señoras podían ser mafiosas ferpectamente, digo yo. Por otra parte, seguro que el sastre de los capos de este país es rico y  dichos capos no tienen a sus mujeres de cajeras en un super a las cuatro menos cincuenta y seis minutos.
¿Qué tenía que comprar? Azúcar. Pero no un azúcar cualquiera, necesitaba un azúcar en terrones para un nuevo experimento pastelero de mi madre. Pero para fastidiarselo más a mi Caperucita interior, necesitaba cuarenta y cuatro terrones de azúcar blanco. ¿ Habéis oído la teoría de que en los supers todo está planeado para llevarte por la calle pasillo de la amargura? Se supone que lo de primera necesidad está siempre al final y abajo del todo, para que mientras vas de camino pilles todo lo altamente calórico. Creo que soy de las escasas personas a las que eso no las afecta, porque a mi me dá igual para lo que sea, un super es un laberinto en el cual SIEMPRE me pierdo. Una vez de cría se me vino a la cabeza la maravillosa idea de desempaquetar un rollo de papel higiénico e ir dejándolo por donde pasaba para saber volver sobre mis pasos. Una mente privilegiada, la mia, sin duda. Y privada de libros durante una semana, dijo mi madre después de pedir perdón a un montón de gente indignada.

Lo único que encontré en terrones fue un pack enorme con 144 terrones de azúcar. Bueno. Si le quitas el 1 quedan 44, no? Me despedí de las mafiosas que me llevaron hasta el arca de los terrones perdida y fui a la caja. ¿Quiere bolsa? No. ¿Tiene tarjeta de El Árbol? No. ¿Desea usted hacerse una tarjeta de El Árbol? No. Muy bien, linda, son uno con cuarenta y cinco; venga, chaito. Ay que ver como cambia la gente antes y después de tener uno con cuarenta y cinco en sus manos.
Salí a la calle. Dí los primeros pasos y de repente me topé con una realidad sorprendente y esclarecedora. Un rayo de sol hizo un haz de luz encima de mi cabeza. Entré en el limbo de los iluminados. Era una persona nueva. Busqué fervientemente la causa de mi euforia. Miré lo que tenía en mis manos. Los terrones de azúcar. Eso era. Me sentí poderosa, capaz de mover montañas. ¡Ajá, todos los malvados de León City acabarán entre rejas gracias al poder del azúcar y sus sastres dejarán de ser ricos! El azúcar me poseyó y me sorprendí gritando en medio de la calle "Poder del terrón de azúcar blanco activado!". Entonces todo mi alrededor desaparecía para dar paso a un fondo de lo más psicodélico en tonos pastel. Unas chispitas con purpurina hacían cintas por el cielo y de repente estaba embutida en un vestido blanco con forma de terrón de lo más cursi. Además tenía una especie de varita mágica acabada en terrón de azúcar, mis ojos habían sido agrandados impunemente y tenía una enorme melena rubia que ondulaba al viento. Todo eso regado por una expresión de tontería infinita. Perdonadme, es que alguna de las pocas veces que he hecho zapping me he quedado viendo alguna serie manga de haditas majísimas, y a mi los dibujos animados me trastornan muchísimo. También reconozco que he visto dos veces seguidas "Dumbo" y he llorado cuando al elefantito lo separan de su madre (no me negaréis que esa película es una maravilla:).
El caso es que tenía en mi poder, para hacer el bien o el mal, 144 terrones de azúcar blanco envueltos en paquetitos de dos. Eh. Eh. Quieto parao. ¿Envueltos? ¿Paquetitos? No, no eran para cafeterías. Eran para cocinar. Oh, albricias. ¿Qué he hecho? Corro pasando indiferente por delante de los cubos de la basura donde tantas veces he echado el encargo recién comprado en vez de la basura (máster en revolver basura, ojo). Un sexto sentido propio de mi y muy pocos más me decía que había vuelto a pifiarla. Mi madre se pasó la tarde desvolviendo ciento cuarenta y cuatro paquetitos y reflexionando sobre qué pasaba por mi cabeza cuando me mandaba a hacer recados. Bien, ahora ya lo sabe. Eran las cuatro y dos minutos, quince minutos de cotidianidad incotidiana.
By Carmen:D

domingo, 17 de febrero de 2013

Operación Cereza.

Hola queridos/as lectores/as!!! Bueno, no os quejaréis que esta última semana habéis tenido bastante que leer, no? Bien, hoy finalizo mi trilogía de venganza por San Valentín, con mi reivindicación fuera del blog. Espero que en estos momentos la curiosidad os coma las entrañas y os estéis diciendo "¿Qué narices habrá hecho Carmen esta vez?". Al principio iba a llevarme el secreto a la tumba (bueno, igual exagero un poco), pero he decidido contároslo porque no aguanto hacer buenas obras sin que nadie se entere.
Me he currado el cartel^^
Pues mirad, como en muchas otras partes, en el Pisla se encargan piruletas a 50 céntimos por el día de San Valentín, para enamorados/as y amigos/as. Piruletas, piruletas para todo el mundo. No suelo regalar muchas, porque para decidirse a quién mandar y a quién no por una razón u otra, hay que seguir un proceso de selección muy diferente al de "amor para todos". Al final siempre hay alguien que se queda mirando con rostro furibundo como diciendo "¿Y a mí no me has mandado ninguna? Yo pensaba que eramos amigos/as...". Vamos, que no está el país como para perder el tiempo con eso, así que la manera más fácil que se me ocurrió de esparcir la felicidad por el instituto fue regalando a todos piruletas. Bueno, a un todos de 19 personas, que para empezar está bien. Como son piruletas de cereza, y no de fresa aunque sean rojas, este proyecto que llevo proyectando desde enero se llamó la "Operación Cereza".

 Además también aproveché para ayudar un poco en una causa que me viene fastidiando desde algún bastante tiempo. ¿Vosotros sabéis lo que es ir por la calle o en el instituto y que tus compañeros/as de generación de griten "Largarte de aquí, eres un acoplado/a, nadie te quiere porque no tienes amigos" y que se rían en tu cara? Imagináos la cara más indignada que tengo solo con recordarlo. ¿Qué somos, personas o animales? Pues eso lo oigo todos los días y dirigido a mucha gente diferente. Es una gran ironía y podría hacer un estudio psicológico sobre ello, pero esta vez me dio por meterme en la piel de San Nicolás de Bari (Papa Noel) arrancar sonrisas. A algunos de mi lista de cerecianos ni siquiera les conozco y solo he oído hablar de ellos/as, otros son buenos/as amigos/as....Hasta mi querido Alfredo recibió una. Eso sí, para crear misterio, todas fueron a nombre de "Anónimo". Imagináos ahora sus caras, en medio de clase mientras se reparten las piruletas. Desconcierto, sorpresa, y yo mirando por la ventana cual inocente colegiala. Según las informaciones que tengo ahora, la mayor parte del mundo piensa que los destinatarios se han enviado una piruleta a si mismos. Qué poca imaginación.

El reparto bien, muchos ya saben de dónde salió esa piruleta de "Anónimo"  y muchos no saben nada ni lo sabrán (más os vale). Y bien, ¿qué os parece mi pequeña locura? Agradezco también a mis cómplices su necesaria colaboración.

viernes, 15 de febrero de 2013

Venganza por San Valentín II

Hola queridos/as lectores/as!!! Os traigo la segunda entrega, espero que haya gustado la primera parte. No os entretengo más. By Carmen:D.

Muy pronto, no os lo perdáis.
Tolomeo y Marieta
... Así pues, pasó a formar parte del verdadero corral de los quietos esperando poder reunirse allí con su querida Marieta. 


Como hemos dicho, Tolomeo y Marieta se enamoraron en lo que se conoce como un flechazo a primera vista. Pero sus familias estaban destinadas a no entenderse desde la noche de los tiempos, y mucho menos se entendería por razones tan nimias como el fulgurante amor de unos jovenzuelos excesivamente apasionados. Por eso, Tolomeo y Marieta (o Marieta y Tolomeo, que no haya discriminación de sexo en la literatura, por favor) decidieron verse y mantener su amor en secreto.
Así pues, todos los días de la semana y algunos más se veían en el balcón de Marieta, suspirando el uno por la otra y viceversa, esperando como quien espera la muerte, solo que en este caso era el amanecer matutino que los separaría. Puesto que solo estaban seguros cuando una tenue luz violeta cubría el cielo y, allá a lo lejos se oían los románticos y gráciles gorgoteos de los cerdos y borricos de las granjas. Sí, queridos niños, cerdos y borricos. Y es que el amor no solo ciega, sino que también deja más sordo que una tapia y reduce la expresión facial a un estúpido estado vegetal (a saber, entre tomate maduro y berenjena de huerta). ¡Y no hablemos de las muestras de las conversaciones tan coherentes y explícitas que nos proporciona este cacareado sentimiento!
- ¡Oh, Tolomeo querido! ¿Ya te quieres ir? ¿Ya pretendes abandonarme?
- Es preciso que me vaya, Marieta, pronto será completamente de día y tus padres no deben verme aquí.
- ¡No, aún no es de día!
- Te digo que sí, ¿no ves el sol?- insiste Tolomeo
- Que no.
- Que sí.
- Quédate o me moriré de tristeza.- replica Marieta ofendida por la oposición a su criterio.
- Ya me da igual que me maten, por complacerte haría cualquier cosa.
- ¡No! Márchate, fuera, ya estás tardando. ¿No ves que si te encuentran aquí te matarán?
- Me da igual. Me voy a quedar.- predice Tolomeo resignado.
- Que no.
- Que sí.
- Ya es de día, pronto el trajín volverá a la casa y todos despertarán – informa la criada de Marieta.

Y entonces los enternecidos jóvenes se ponen por fin de acuerdo y se despiden entre trágicas palabras y pensamiento de añoranza. Por supuesto, “Chéspir” hizo que esta cándida escena del balcón quedara reluciente a los ojos de los no conocedores de la historia real.
La cosa continuó así hasta que el padre de Marieta decidió casar a su hija con el hijo del alcalde. Obviamente, la muchacha se negó. Derramó mil lágrimas para evitar el futuro enlace pero todo fue en vano. Por eso Marieta acudió al cura del pueblo, un tal Lorenzo. Este, más inteligente que los dos jóvenes, que veían mermadas sus capacidades intelectuales por el idílico romance que vivían, trazó un plan para sortear todos los inconvenientes y construir un final feliz tipo cuento de hadas. Y quién sabe, tal vez lo hubieran conseguido en la realidad (tan probable como que esta historia existiera), pero como el asunto que nos ocupa es una pura tragedia no podía suceder así. El plan consistía en que Marieta aceptara el enlace, pero días antes de las nupcias moriría inesperadamente. Eso es lo que pensaría todo el mundo y lo que sucedería en la realidad era que Marieta se tomaría un somnífero que la haría despertar cuando ya la creyeran bien muerta. Por otro lado, Tolomeo sería informado por una carta llevada por el más veloz mensajero en la que se explicaría el plan y donde se acordaba reunirse con Marieta en Valdematua del Monte, para quedarse a vivir allí y escapar de sus familias.
Trazado el plan y con Marieta muerta (dormida), al cura solo le quedaba mandar la carta a Tolomeo. Pero, ¿cuál sería el mensajero indicado, al que ni la tormenta ni el cansancio conseguirían parar? Al principio se pensó en Miguel Strogoff pero como el presupuesto de la parroquia no llegaba para traer al correo del Zar desde Moscú hasta Villaverona del Río, y mucho menos llevarlo de vuelta, hubo que conformarse con el primero que pillaron. Aquí es donde se consolidó la gran catástrofe. Claro está, el mensajero no llegó a tiempo para entregarle la famosa carta a Tolomeo y este pensó que su amada había muerto. Apresuradamente se dirigió a donde estaba el cadáver de Marieta (misterio sin resolver: a Marieta, aunque todos la creyeran muerta, ninguno se esforzó en enterrarla) para despedirse de ella por última vez. No se lo había acabado de creer, pero cuando vio a la difunta decidió hacer lo que nunca se había atrevido a llevar a cabo: cumplir su promesa de que moriría envenenado con su veneno casero a base de las sobras de puré de verduras destilado. Así pues, pasó a formar parte del verdadero corral de los quietos esperando poder reunirse allí con su querida Marieta.

Al cabo de morir Tolomeo, se despertó Marieta de su supuesta muerte. Y también llegó allí el cura, para explicar de alguna manera factible como, por culpa de un mensajero inútil, el plan estaba hecho trizas, Tolomeo muerto del todo y que el pueblo al completo se había enterado del romance secreto, mientras que los Capuletez y los Montesquez amenazaban con provocar la 3º Guerra Mundial. Que papelón, ¿verdad queridos niños?
El enfado que cogió Marieta solo es cuantificable con  la teoría de la relatividad de nuestro ya citado Einstein (e=mc2, oseasé: enfado igual a Marieta cabreada al cuadrado). Al contrario que Tolomeo, a nuestra protagonista no le vinieron ningún tipo de ansias de suicidio ni sensaciones incompatibles con la vida. Más bien comenzó a gritar, se enrojeció, empezó+ a echar espuma por la boca y demás síntomas de sueños perfectos rotos. Prometió que se vengaría del cura Lorenzo, de los clásicos amores imposibles y de “Chéspir”.
Luego se fue a todo correr y se le perdió la pista durante años. Tolomeo fue enterrado en Villaverona   del Río, bajo una placa que decía:”Al insigne científico nunca descubierto, de su pueblo y con toda la amabilidad posible que se puede tener hacía uno de los causantes del conflicto armado entre los Capuletez y los Montesquez”. De Marieta se sabe hoy en día que se fue a Rusia, allí se encontró a Miguel Strogoff y se casó con él, olvidando por completo a Tolomeo. De esta forma consiguió asesinar al cura Lorenzo en el asesinato más cacareado del año, cumpliendo su primera venganza. Para arruinar a “Chéspir” comercializó los videojuegos, haciendo así que se dejara de leer al dramaturgo inglés. Y para vengarse de los clásicos amores imposibles que tan empalagosos y aburridos acaban resultando a los lectores, me llamó a mi y me pidió que escribiera esto, a ver si con un poco de suerte se daba a conocer la verdadera historia de Tolomeo y Marieta (o Marieta y Tolomeo) y de paso, con lo que ganara yo con este cuentecillo les sacaba a ella y a Miguel Strogoff de la cárcel por el asesinato del cura Lorenzo.
Y eso es lo que he hecho, así que los interesados en sacar a estos personajillos míos de la cárcel, no olviden contribuir con el saludable propósito de este relato riéndose un poco.

                                                            PUNTO Y FINAL.

jueves, 14 de febrero de 2013

Venganza por San Valentín parte I.

Hola queridos/as lectores/as!!! Tal y como os había avisado, aquí os traigo un regalo para compartir con vosotros en este día tan señalado por El Corte Inglés. Hoy es la fecha mítica de los enamorados, aunque también es el día de la amistad, de las buenas vibraciones en general. Hoy es cuando el instituto se llena de felicidad y color porque reparten las codiciadas piruletas de San Valentín, hasta ahora claveles. Pero, a decir verdad, los claveles no aguantaban hasta sexta hora, así que felicito al que/ la que ideó el cambio. Hace un año aprox., practicando para el Concurso de Relatos de la Coca-Cola, de mi boli Bic salió una historia plagiada de un señor llamado Chéspir, o Shakespeare, o Yaquespeare, que viene a ser todo lo mismo. Esa historia en un principio de los tiempos se llamaba "Romeo y Julieta", pero como el título no me gustaba lo cambié por otro mejor. Tolomeo y Marieta. Y es que, lo siento por los amantes de las cosas románticas, no tengo nada contra vosotros, "Romeo y Julieta" me parece la obra de teatro más aburrida y explotada de la historia. Y es esa precisa obra la que viene todos los años en el libro de Literatura. Todos los años a leer el fragmente del encuentro de los enamorados y su posterior muerte, y hacer ejercicios del estilo de "Continua tú mismo la historia". Se van a enterar, me dije. Así que la reescribí en dos páginas. Ya está colgada en mis relatarios, pero apenas os dejé tiempo para que la leyerais, por lo que aquí la tenéis, nuevecita. El único problema es que es el relato más largo que he escrito, así que me veo obligada a partirlo en dos. El viernes sale la segunda parte, ok?
Sin pies ni cabeza, bastante tronchante, aguda y con un final redondo, fue las delicias de una clase de Matemáticas entra mis compañeros/as. Tal vez fuera de Biología. Claramente, está en "Los happenings de la imaginación." He asesinado el tópico del romanticismo con bastante inquina y mucho orgullo, disfrutad de mis asesinatos literarios:P
By Carmen:D


Tolomeo y Marieta.

Érase una vez, hace mucho, muchísimo tiempo, dos jóvenes pasaron a la historia por su amor imposible. ¿Queréis conocer su historia, queridos niños? Entonces os diré que nuestros dos protagonistas vivían en un pueblecito de España llamado Villaverona del Río. No desgastéis vuestros ojos buscando este pueblo en el mapa, ya que un terrible e inesperado terremoto lo borró de la faz de la Tierra, hace ya varios veranos.
Por aquel entonces los hombres y mujeres eran apacibles y hogareños, no como en tiempos actuales. Se contentaban con cuidar su ganado, trabajar en la huerta y jugar al dominó en el bar del pueblo. Pero también tenían sus picas, como las que enfrentaban a dos familias tan conocidas como los Capuletez y los Montesquez. Estas pullas venían durando desde muchos años atrás, tantos que ni los más viejos del pueblo lo recordaban. Algunos decían que era por un burro que un Montesquez había robado a un Capuletez, otro porque los Capuletez habían movido el hito que delimitaba los campos de cultivo a su favor, e incluso había algunos que defendían que una vieja bruja que pasó por el pueblo les había echado un mal de ojo a las dos familias. Pero, fuera lo que fuese, los Capueletez y los Montesquez no podían verse ni el peluquín. Y esto era terriblemente malo, ya que las dos familias compraban en la misma tienda de peluquines. Por eso los Montesquez se enteraron de la fiesta de los Capuletez. Y esa información pasó de boca en boca por toda Villaverona del Río hasta que llegó a los oídos de Tolomeo Montesquez.

Tolomeo Montesquez era, para qué vamos a engañarnos, el muchacho más raro de todo el pueblo. Siempre encerrado en casa. Cuando todos los demás jóvenes se divertían por las calles, él estaba probando cualquier nuevo sulfato para los campos de su padre. Todo un científico, como Einstein, claro que Einstein no estaba ni en la lista de próximos nacimientos por aquella época. Además tenía cierto cariño a los venenos. Un poco desequilibradillo mental le pobre, siempre amenazaba con suicidarse si algo le producía demasiada congoja. Ello hacía que siempre tuviera a mano un buen veneno para quitarse la vida todo lo poéticamente que él quisiera y pasar a la historia como el insigne científico nunca descubierto. Su complexión  física era la de una ardilla atropellada. Ojos demasiado saltones, pulso tembleque y un peculiar tic en las manos que impedía que estuviera quieto un momento. Las crónicas contaron de él, sin embargo, que fue un muchacho vivaracho, fuerte y alto, vigoroso y carismático. Todo falso. Queridos niños, nunca os fiéis de alguien que se haga llamar “Chéspir”.

Así pues, Tolomeo se enteró de la fiesta de los Capuletez. ¿Y por qué fue a la fiesta si nunca salía de casa? Pues, según me han contado mis corresponsales en Villaverona del Río, fue porque últimamente los campos de los Capuletez estaban más fértiles que los de los Montesquez, y Tolomeo sospechaba que detrás de aquello había un nuevo sulfato.
Se coló fácilmente en la fiesta, al fin y al cabo, ambas familias llevaban los mismo peluquines y no se distinguían mucho. ¿Y qué diréis que pasó cuando llegó allí? ¿Acaso los Capuletez le habían tendido una emboscada y ahora iban a envenenarle? ¿Se confundió y fue dos horas antes de que empezara la fiesta? Mucho peor queridos niños, mucho peor. ¡Se enamoró! Y de la dulce Marieta, nada menos. De aquella musa de los ingenios, de aquella Afrodita mortal. Realmente las facciones de Marieta eran el vivo reflejo de la perfección, y su cutis no esbozaba ni un grano, ni una espinilla, ni una sonrisa. Toda una calamidad.
El único problema era la ropa. O más bien, la talla de la ropa. Porque Marieta, como hija de ganaderos que era no había escatimado ni un segundo en comerse toda la carne, panceta, jamón, chorizo, tocino y demás alimentos altamente calóricos acompañados, por supuesto, con buenos cocidos y guisos. Y claro, tenía unos niveles de colesterol…Así que estaba, más bien, lo que se conoce como rellenita. Pero eso no estropeaba para nada su carisma intelectual, altamente reforzada por el enorme garbanzo que tenía por cabeza. Solo una pasión ocupaba su alma: la costura. Le apasionaba tejer. Bufandas, vestidos, mantas, patucos…de todo. Incluso pensaba poner una tienda de lanas (Marieta Telas), que, con un poco de suerte, llegaría a ser una importante sucursal de su floreciente imperio de costura (entonces se llamaría Marieta Telas S. A.).

 TO BE CONTINUED...

martes, 12 de febrero de 2013

"Las Furias."

Hola queridos/as lectores/as!!! Al límite ocioso de un puente de lo más ocioso, me dispongo a ahorrar religiosamente las palabras que sobren para comunicaros un hecho enternecedoramente verídico y real: hoy os toca oírme teclear sobre libros. Hoy toca reseña, que no es poco. ¿Qué por qué este libro y no otros de los que me he leído, tal vez alguno que me haya gustado más? Pues no se. Porque sí, porque igual os interesa más el ambiente de este libro y no de los otros o tal vez para redimirme de mis anteriores ofensas al autor. El libro en cuestión es "Las Furias" y su autor Jordi Sierra i Fabra.

Jordi.
Yo es que con este señor ya no sé que pensar. La primera y última vez que hice una reseña de un libro suyo, el primero que leí, me metí bastante con él, proclamando que tenía un sótano oscuro y tétrico lleno de escritores que le escribían cuatro novelas por día de todos los géneros posibles y más. Lo sigo manteniendo, of course, pero además os anuncio que desde entonces lo he colocado en el altar de "Autor vivo favorito". No os diré los 400, ni un décimo de eso, pero me he leído bastantes más de Jordi y yo es que flipo. Flipo con la versatilidad que tiene para adaptarse a TODOS los géneros literarios. Da igual juvenil, infantil o para adultos; romántica que ciencia ficción; novela o enciclopedia sobre música; narrativa que poesía. Se ha metido en todos los fregados que la Literatura puede ofrecer, y en todos ha obtenido un aprobado como poco. A escrito mil historias que conectan con miles de personas diferentes. Si verdaderamente no tiene un sótano como el que he descrito, su labor de empatía en sus novelas, sobre todo con la gente joven, es algo de lo más admirable.
Podría dedicar un post entero a mi escritor favorito, pero como tenemos trabajo os dejo su web. Solo sabed que si sois jóvenes y os gusta escribir, habréis dado con un paraíso de oportunidades;)

El libro es una novela de 80 y pico capítulos, pero no os asustéis, algunos duran tan solo una página. Es una historia puramente realista y comprometida con la actualidad que narra como un día, en un instituto cualquiera de un barrio cualquiera, un profesor pega un tortazo a un alumno y cunde el pánico. Esa es la visión superficial, pero realmente debajo se esconden muchas cosas. Alumnos conflictivos, profesores destrozados, malas condiciones, una sociedad ya sin valores...Como alude el titulo, las Furias se desatan: la clase entera, bajo las direcciones de un supuesto líder, se encierra en el aula para exigir que echen al profesor mientras este se hunde en una crisis emocional. A partir de aquí, conoceremos los rostros, los problemas y los pensamientos de cada uno de los personajes personalmente, esos personajes que veo todos los días en el instituto y entre los que todos nos sentimos. Chavales con historias dolorosas que se refugian en la violencia, otros que siguen ciegamente al jefe de turno para no quedarse solos, los raritos del curso, los engañados que quedan por desengañar...el mayor punto favorable fue estar viendo caras en cada uno de los personajes, así que no me pude quedar indiferente. Incluso encontré a mi probable doble literario, de nombre Carmele, con el cual Jordi me dio una sorpresa, poniendo en su boca frases y pensamientos a menudo míos  Guardo rencor a Jordi porque sacó a Carmele del transcurso de la novela en la página 52.
La portada pega mucho con la historia.

No hay un único protagonista, todos tienen algo que contar o descubrir, para que al final las piezas encajen en una historia predecible pero dura de reconocer. Hay dosis de violencia, amenazas y mal estar social general como para asustarse un poco. En efecto, no es una lectura para evadirse ni disfrutar; es una lectura para darnos contra un muro de realidad y reflexionar. Yo, vosotros si sois habituales de los institutos (me da igual a qué lado de la tarima), somos los jueces perfectos que todo lo vemos. Un tortazo del profesor a simple vista es algo incalificable, pero mientras vas indagando en la cuestión descubres a una clase que se esmera en fastidiar la vida a los profesores, alumnos rebeldes dentro de la rebeldía y al mundo en general. Tampoco estos alumnos/as son culpables, porque también descubriremos que sus vidas no son fáciles. Jordi no se decanta ni a un lado ni a otro de la balanza. Ni yo. Apelo al desgastado "la culpa es de la sociedad". Osea, de nosotros (es que a algunos se les olvida que la sociedad, o suciedad, somos nosotros mismos). El futuro del país  yendo todos los días al instituto  a veces da pena verlo. Adultos, no esperen gran cosa de sus pensiones.

Rápida de leer (apenas tardé un día y medio) y efectiva en cuanto a la conciencia. Buen cóctel. El único y notable punto negativo es el personaje de Lucía, que me parece poco creíble  Igual es que yo soy intolerante y no me creo que las personas se rediman tan fácilmente  pero si yo lo hago respecto a mi opinión sobre el autor, pensemos que esta chica también. Siento haberla resumido a grandes rasgos, pero no quiero pecar de spoliers como otras veces n_n.
Conclusión: Yo la ponía como lectura obligatoria para tercero, le doy un ocho.
 By Carmen:D


domingo, 10 de febrero de 2013

Divagando sobre el Carnaval.

Hola queridos/as lectores/as!!! Estoy tratando de recordar cuándo fue la última vez que os escribí, pero no me acuerdo...Ya, esto acabará siendo un intenso servicio de epístolas desde una isla remota. No lo descarto. El caso es que ha sucedido una cosa maravillosa a la cual pensaba dedicar la entrada, aunque no tengo ni idea de qué decir de ella. Entended por qué estoy tan feliz, estamos en Carnaval, recién erigida mi fiesta favorita. Es mejor que la Navidad, San Juan y el Día de la Paz juntos. Y también es la fiesta más desaprovechada. La casa por la ventana, tiempo de disfraz y mascarada, risa y descaro, ruido y desmadre. Se debería empapelar la ciudad, de arriba a abajo, con papel multicolor; que los tambores redoblen a ritmo de samba y el desfile comience, es Carnaval señores, hagamos que los políticos se arrepientan de haber nacido (obviamente, con el humor como arma, no os lo toméis al pie de la letra, o por lo menos aún no).
¿Y sabéis qué es lo mejor de todo? Y lo digo con lágrimas en los ojos y sonrisa en la cara, en serio...NO-HAY-CLASE-HASTA-EL-MIÉRCOLES! Ahora creo en los milagros. A eso súmale que el miércoles perdemos media mañana por una excursioncita y tienes la felicidad en tus manos. Pero, ay amigo, es una felicidad de esa que le dan a los tontos para que dejen de molestar. Y tanto, porque después del supuesto puente sabático viene el primer infierno de exámenes, con diabólicas colchonetas y trampolines como entrante gimnástico. Osea, que ya me tenéis estudiando, a mi, y a bastante más gente. ¿Y qué más tenemos en la agenda?...Ah, sí, el jueves San Valentín. Oye, llevamos una temporada con fiestecillas y celebraciones que no doy a basto. Porque, claro, algo tendré que contaros por San Valentín. ¿Hice algo el año pasado? Un momento, que consulto mis archivos. Vale, ya está. No, nunca he hecho nada, aunque se han registrado varias veces comentarios vejatorios hacia Romeo y Julieta. Eso hay qué arreglarlo....jejeje.

Pero volvamos al homenajeado. Si tenéis que disfrazaros y la paga no os llega, abrid todas esas cajas de ropa de los 80 que tenéis muertas de risa y sacaos un máster en imaginación. Funciona, soy prueba de ello. A mi me bastó una gran tela negra hecha vestido y un millar de papelillos de ofertas del Mercadona. Solo tuve que arrugarlos, graparlos y coserlos. No, reniego de la última frase, yo no hice nada de eso porque había augurios claros de que me grapara los dedos, cosiera el mantel al vestido y arrugara la esperanza de hacer un FP de cualquier cosa que requiera destreza manual. Luego te pintas la cara de dorado y flores, rematas con un adorno para el pelo y una boa de plumas. Lo difícil fue responder a "¿De qué vas?", pero estas en un bazar chino y una señora de ojos rasgados te pide una foto con ella, alegando ser año nuevo chino, mandar foto familia China, puedes estar seguro/a de que tu disfraz ha triunfado y que una familia más de este mundo, en este caso china, mirará susceptible la foto y contribuirá a pisar más el prestigio de los españoles/as de España.
Antroxu in Avilés.

Prometo más epístolas de las que hay en la Biblia. By Carmen:D.

Pd: un apunte topográfico. En Avilés (Asturias), celebramos el Antroxu, haciendo un Descenso Fluvial Internacional de la Calle Galiana, o el Descenso, sencillamente. Consiste en inundar la calle de espuma para que los Artilugios, medio barcos casi, bajen en desfile mientras los chavales/as se revuelcan en la espuma. Si nunca habéis ido, no sabéis lo que os perdéis.

domingo, 3 de febrero de 2013

Testamento Ológrafo.

Hola queridos/as lectores/as!!! Actualmente en mi calendario hay 7 exámenes, otros tantos de la Escuela de Idiomas, dos días de Carnaval, una reunión del Club de Lectura, otra de Cartapacio y una excursión. Como todavía no domino muy bien el desdoblamiento físico de los ninjas y el mundo me reclama por mi propio bien en un aula haciendo exámenes para tener un futuro, pues el blog pasa a un plano cuaternario. Ya, dicho así suena a que os estoy abandonando en medio de una carretera solitaria de USA. Esto quiere decir que estoy tomándome un café, o en su defecto Cola-Cao, entre los deberes de F&Q y el trabajo de fotografía. Y entre sorbo y sorbo os voy a pasar un extracto de mi subrayado libro de Lengua (Castellana y Literatura, eso que no falte), de editorial Oxford Eduqueision (sí, los ingleses nos enseñan a parlar el castellano, ¿qué os esperabais si el español sin tacos está en peligro de extinción?) .

El fragmento que leeréis me parece una mini-obra maestra, no sobra ni falta una mísera palabra; y con poco o nada construye una historia que te deja con una sonrisa. Os informo también de que acabo de erigirlo como mi conjunto de palabras sin llegar a novela favorito. A investigar la corrupción todas las novelas de tres tomos, ¡vivan los relatos! El autor, no me extraña, es el argentino Mario Benedetti, del cual sé relativamente poco (esperad que entro en la Wikipedia) y solo he leído "Primavera con una esquina rota.", hace ya un año y pico. Por una vez y ninguna más, Benedetti pone las palabras y yo la rapidez para mecanografiar.El teclado del ordenador es el único instrumento que aprendí y aprenderé a tocar con algo de dignidad.  Disfrutadlo, y siento dejaros sin nada más que llevaros a la vista. Volveré lo más pronto que pueda, pensaré en vosotros y tal. By Carmen:D.
pd: Acabo de descubrir que faltan unas cuantas líneas del relato, sorry, mi libro no las incluye.

Testamento Ológrafo.


Yo, Rogelio Velasco, dejo mis anteojos, o lentes o gafas o espejuelos, a mi sobrino Esteban, para que pueda ver el mundo como yo lo he visto, a veces injusto, desarticulado, confuso, y otras veces generoso, ordenado, estimulante. (...)
Yo, Rogelio Velasco, dejo también una canción cadenciosa y pegadiza que mi madre cantaba en la cocina mientras revolvía el dulce de leche casero;
 dejo un cristal con lluvia que me ponía alegremente melancólico;
 dejo un insomnio con luna creciente y dos estrellas;
 dejo la campanilla con la que llamaba a la esquiva buena suerte;
 dejo una tijerita de acero inoxidable con la que, a través de los años, me fui cortando tres o cuatro prototipos de bigote;
 dejo una ficha de ruleta para que alguien la apueste al treinta y dos; 
 dejo los gemelos de oro que me regalaron para mi segunda boda y que nunca estrené porque solo uso camisas de manga corta;
 dejo un termómetro enigmático y maravilloso porque siempre nos fue imposible leer en él la temperatura nuestra de cada día;
 dejo mi brújula con la advertencia de que el Norte es el Sur y viceversa;
 dejo mi calle y su empedrado;
 dejo mi esquina y su sorpresa; 
 dejo mi puerta con sus cuatro llaves;
 dejo mi umbral con tus pisadas tenues;
 dejo por fin mi dejadez.