jueves, 30 de enero de 2014

Retrato de una neurótica rubia de bote. Parte II

Hola queridos/as lectores/as!!! Aquí tenéis la segunda parte de mi último relato, para la sesión de Cartapacio dedicada a relato cómico. Espero que os guste! By Carmen;D

Ginger se siente desengañada, el mundo le ha decepcionado y todos la han abandonado. Tiene 20 años. Un día se mira al espejo y decide que raparse la cabeza fue una mala idea. Invierte absolutamente todos sus ahorros en un tratamiento de blanqueamiento de piel, pero el dinero se acaba a la mitad y Ginger solo consigue tener un color de plátano algo podrido. Finalmente, completa el tratamiento milagro dándose baños en detergente para ropa blanca. Luego hace una pasta de cereales de arroz inflado, pienso para canarios y polvo de hadas; y lo usa todo de tinte para teñirse el pelo de rubio.
Mientras todo esto acontecía, encontró trabajo como stripper en un club nocturno y se tomó el empleo muy enserio. Las luces de los focos de aquel tugurio fueron realmente los primeros que la alumbraron solo a ella. Sin embargo por esa época su autoestima sufrió un pequeño auge al considerarse como una eminencia del striptease. Se sabe además por los informes médicos que en empezó a consumir, sin motivo alguno aparente, grandes cantidades de carne de caballo muy hecha. Tuvo algunas relaciones de amistad con sus compañeras de trabajo, aunque cabe destacar alguna que acabó en pelea. Entonces Barbie se refugiaba en su habitación alquilada a escribir los piques del día con sus compañeras, producidos claramente por su superioridad en el trabajo. Un buen día entra en el club un gánster que se dedicaba a la venta clandestina de droga, pero debemos precisar que un gánster muy elegante y agraciado. Por supesto, aquel ganster se llamaba Ken. El romance fue inminente y su esperanzadora duración dieron fuerzas suficientes a Ginger, para escribir la siguiente tarjeta de presentación y colgarla en su camerino: “Seamos realistas, Barbie lo tiene todo. Es una estrella de la moda con una mansión magnífica, las mejores amigas y el novio perfecto, que encima está loco por ella. Es buena en todo lo que hace, sin dejar de ser humilde y amable, y siempre está dispuesta a ayudar a sus amigas ante cualquier dificultad. Por eso todo el mundo la quiere.”

Por estas declaraciones podemos deducir, queridos niños y niñas, que los síntomas de las múltiples enfermedades psicológicas de Barbie eran más que patentes. Adoptó un perfil de esquizofrénica grave, que la hacía oír voces imaginarias que la ordenaban desfilar glamurosamente a todas horas, designando el pasillo que iba a los camerinos como una pasarela de moda de París. Sufría también de manía persecutoria y un largo listado de trastornos neuróticos, recogidos en la lista de Wikipedia que se adjunta al final de esta historia. Hay constancia de que tenía desdoblamientos del yo, ya que a menudo creía ser doctora, abogada, buceadora, cantante de pop, diseñadora de moda, profesora, policía, socorrista, camarera, ejecutiva, deportista, presidenta de república, cocinera, fotógrafa, jinete, presentadora de televisión, azafata o dentista de niños por ejemplo. Así mismo, a veces creía estar viviendo en los cincuenta, otras veces en los noventa y así variando tres o cuatro veces por semana. Claro está, con todos los cambios de vestuario que estos trastornos requerían para estar a la moda, Ginger atesoró una gran cantidad de ropa que a su muerte sería legada por su familia a diversos estudios cinematográficos como ropa para las películas.

Días antes de su boda con el gánster Ken, Ginger, osea Barbie, descubre por un chivatazo que este le había estado engañando con un poeta bohemio que además tocaba la guitarra, y ahora ambos se habían escapado juntos. Quién lo iba a decir, ¿eh? El caso es que el débil corazón de Ginger quedó tan roto en pedazos cuando recibió esta noticia, ya con el vestido de novia puesto, que de repente perdió 30 quilos a golpe de lágrimas y quedó horrorosamente anoréxica para siempre. Son las consecuencias de amores así. Debido al aspecto que ahora tenía, para nada estilizado, perdió su trabajo en el club nocturno y de nuevo fue repudiada de todas partes. Intentando controlar su psicosis para no dedicarse al terrorismo masivo explotando aviones, comenzó una huida hacía el lugar más olvidado del mundo. Transilvania. Primero consiguió viajar hasta Europa y trabajó durante un año en Disneyland disfrazándose de Minni Mouse y vendiendo chicles a los niños para ahorrar el suficiente dinero para comprarse un castillo tenebroso clase B.

Una vez encerrada a cal y canto en su nuevo castillo, del que decide no volver a salir, se dedica a la escritura y el vampirismo, aficciones que combina con maestría, mordiendo siempre a unos cuantos escritores famosos invitados a cenar antes de comenzar la tarea. Primero escribe Frankestein, hábil seudónimo para el personaje que representa su propia persona e historia, y luego Crepúsculo, relatando con dolor la historia de amor que nunca tuvo. Ginger tiene 26 años y le llega la noticia de que posee también una hermanastra secreta, producto de la vida colorista de su madre, que va camino de la alcaldía de Nueva York. Aparte de esa novedad, escribe sus memorias, tituladas “Platero y yo” y mantiene una intensa correspondencia con Papá Noel. Finalmente, un trágico 29 de febrero, decide acabar por fin con su penosa existencia. Sube acelerada la larga escalinata hasta su habitación. Se enfrenta a su armario y le quita furiosa las tiras de terciopelo rosa. La dama de hierro, el infernal intrumento de tortura a base de clavos, queda de nuevo al descubierto. Anne Ginger Terence Morgan, osea Barbie, se mete dentro y cierra decidida la puerta esperando que los clavos se incrustasen en su cuerpo. Sin embargo, es tan delgada que apenas ocupa el espacio entre dos clavos y resulta ilesa.

Y este es el triste fin de nuestra historia de hoy, queridos niños y niñas y no es otra la conclusión que la siguiente: nunca, nunca, nunca jamás penséis que las maldiciones hechas con budú no se cumplen.

                                                       THE END

domingo, 26 de enero de 2014

Retrato de una neurótica rubia de bote. Parte I

Hola queridos/as lectores/as!!! Aquí os traigo mi relato de la última sesión de Cartapacio, que se ocupó del relato cómico. Esto vino a cuento de un reto propuesto por servidora: escribir un relato cómico como forma de demostrar que es más difícil hacer reír (comedia) que llorar (tragedia). Si no se ha demostrado que yo tenía razón, al menos ha quedado patente que hay bastante respeto por lo cómico y que parece siempre de bastante dificultad.
En este relato he combinado un post que hice en verano muy interesante con una historia disparatada, al estilo de "Tolomeo y Marieta". Espero que os guste. Para que no os resulte muy pesada la he dividido en dos partes. By Carmen;D


                                RETRATO DE UNA NEURÓTICA RUBIA DE BOTE.

Hoy estamos aquí reunidos, queridos niños y niñas, para dar a conocer la historia oculta y perturbadora de alguien no menos perturbador y excepcional que todos vosotros conocéis. Un personaje aparentemente cuasiperfecto, carismático, dorado, aúreo, podría decirse que con una luz propia cegadora que, efectivamente, ha cegado a millones de niñas inocentes. Pero la verdadera historia se aleja mucho de la realidad que a todos os han contado. Y como os supongo unos pequeños avispados y ávidos de verdad, no tendré reparos en contaros la auténtica vida de Barbie.

Para empezar, Barbie no se llama Barbie, sino Ginger. Anne Ginger Terence Morgan  para ser más exactos. Su madre fue una mujer bastante chapada a la antigua que tenía auténtico amor por los nombres compuestos (como iba a ser llamándose la pobre Suzanne Charlotte Mary Edit Walter Collins) y repugnaba las abreviaciones. Y más aún si estas te hacían parecer pija ya de entrada. Así que digamos que aquella buena mujer nunca tuvo intención alguna de llamar a su hija Barbara, y mucho menos Barbie. Su padre, según consta en los registros del ayuntamiento, fue Pinocho, que frustrado por el poco éxito que tenía en Italia con las mujeres, un buen día decidió meter en su maleta todo su embrollo de hilos de marioneta e irse a hacer las Américas. Se ve que allí tuvo más éxito, viendo la belleza que ayudó a traer al mundo.
Cabe destacar que su madre fue una mujer negra, hija de un buscavidas pobre que hacía budú con sus viejos muñecos deshilachados todos los días pares, y los impares predicaba en la iglesia evangélica del barrio. Los días pares atendía una gran demanda de peticiones de homicidio discreto y doloroso, y los días impares se ocupaba de la gran afluencia de feligreses que se confesaban arrepentidos y atemorizados, porque el día anterior su vecino el de la trompeta había tenido un infarto que le había impedido acabar sus prácticas musicales de madrugada. El caso es que gracias a esta especial conexión con las fuerzas sobrenaturales, que de alguna forma u otra se ponen de acuerdo y gobiernan el mundo, el padre de Suzanne Charlotte Mary Edit Walter Collins incluyó orgulloso a su hija en el coro de la iglesia nada más esta cumplió once años. La muchachita se crió muy disciplinada, más bien reprimida en unos valores propios de dama de peluca empolvada que la obligaban a caminar con una pila de libros en la cabeza en vez de leerlos.

En algún punto de esta cronología Pinocho y Suzanne Charlotte Mary Edit Walter Collins se conocen y lo abandonan todo para irse a vivir juntos su particular idilio de amor a la Italiana. Con esto quiero decir que compraron una pequeña casita como la de los tres cerditos en Little Italy y la nueva señora Pinocho, a una edad más bien corta, renegó de su familia y sus dogmas para dedicarse a una vida más bien colorista y alegre. Esto conllevaba, por supuesto, la anulación de su nombre del testamento del abuelo y la ruptura de relaciones con la familia, debido a la deshonra que todo aquello acarreó. Su padre, el trasnochado maestro del gurú la maldijo con una gran desgracia que pronto aparecería en su vida para torturarla hasta que su esquela saliera en el periódico de un martes plomizo. Prácticamente horas después de este crucial hecho, Suzzane Charlotte Mary Edit Walter Collins daba a luz a Anne Ginger Terence Morgan, osea Ginger, osea Barbie. Ya se sabe lo rápido que van estas maldiciones. Los expertos en el tema aún no están muy seguros de dónde viene el apellido de soltera de Ginger, ya que este no corresponde a ninguno de sus padres. Han llegado al acuerdo común de que la pequeña Ginger, un día en el parvulario descubrió la existencia de Marilyn Monroe y esto fue tal revelación para ella que decidió cambiarse inmediatamente el apellido para parecerse a su estrella, y lo primero que se le ocurrio fue eso, Morgan. Esto demuestra a que temprana edad comenzaron a ser visibles los fatales síntomas de nuestra angelical protagonista.

Cuando Ginger, osea Barbie, cumplió los dieciséis años era una muchacha mulata con grandes gafas de culo de botella, grandes braquets y grandes expectativas en la vida. Pero todos los niños que la joven pudiera tener se veían sesgados de manera cruel por su madre, la cual después de unos años recibiendo abnegadamente más y más maldiciones de su padre al ver que su hija no regresaba, decidió renegar de los principios coloristas y transgresores y acogerse de nuevo a una ardiente fe y pelucas empolvadas. Así pues Ginger vestía de forma siempre recatada, discreta, anticuada e incómoda. No creáis que os hablo de ropa algo pasada de moda, o de un sencillo jersey de cuello alto. Os hablo de que Ginger iba a clase en los años 60 con vestidos medievales, preferentemente rosas, que tapaban hasta el agosto el 85% de su cuerpo y le daban un aspecto asquerosamente dócil. Además, los días en que su madre consideraba que había hecho algo realmente mal, Ginger era castigada a llevar una especie de capirote en la cabeza que a sus amigas les parecía el complemento perfecto para su permanente disfraz de hada-princesa medieval, pero en realidad era un sambenito de los de la inquisición, un regalo de su abuelo por su cumpleaños. Por supuesto las clases de gimnasia en el instituto con esta indumentaria era un pitorreo, porque con semejante vestido no se puede dar una zancada para correr ni dar a un balón. Así pues, imaginaos a la pobre Anne Ginger Terence Morgan dando pequeños saltitos y caminando como si fuera Charlot, angustiada, detrás de una pelota que se movía por el suelo con la lentitud con la que cae una gota de resina al suelo, y aún así no conseguía atraparla. Claro está, era el hazmerreír de sus compañeros, y si de alguien podemos decir que sufrió uno de los más feroces acosos escolares dentro de la categoría de instituto americano, es de Barbie, osea Ginger.

El trauma que le provocaron estos vestidos y la honda huella que dejaron las burlas de sus compañeros en Ginger son claves para su evolución futura, ya que desde entonces una de sus necesidades más profundas fue ser querida, y ya no querida, amada por todos a su alrededor de una forma incondicional y eterna. Por añadidura, en sus peores pesadillas era una princesa vestida de rosa encerrada en un castillo bucólico rodeada de ponys perversos y zapatos parlanchines e hipócritas. Un buen día, harta de toda esta parafernalia, se refugia en la iglesia a la salida de sus ensayos en el coro. La tarde ha sido especialmente mala, porque ha tenido que hacer un solo muy difícil, y la verdad es que su voz no es ninguna maravilla, y de nuevo ha sido apaleada a burlas por todos. Arrodillada ante el altar, tiene una revelación en la que una mujer joven entra corriendo a la iglesia hasta llegar a la estatua de un santo negro (detalle que Ginger toma como alusión al color de su piel) y luego suceden cosas aún más extrañas que la inocente joven sigue intrigada. Interpreta en todo aquello una señal divina de que ha llegado el momento de dar a su vida un giro de 180 grados

Al día siguiente se rapa media cabeza y se hace la permanente en la otra mitad. Desde entonces, ella misma continúa la saga de deshonra familiar, ya que su madre reniega de ella y la expulsa de su propio testamento. Esta vez el regalo de su abuelo, el del budú, es una dama de hierro, esas máquinas alemanas de tortura, a pequeña escala, para que Ginger pueda ir acabando lentamente con su vida y le haga un favor a toda la familia. Hay que ver la de cosas que había en el desván de ese viejo. Ginger la usa de armario para la gran colección de ropa que tendrá a partir de ahora, después de forrarla con terciopelo rosa.
Empieza a frecuentar las peores compañías, ingresa en distintas pandillas, una tras otra, con un intervalo de dos semanas y media en medio, recorriendo todas las tribus urbanas adolescentes conocidas extrayendo de cada una de ellas lo mejor. Por ello se tiene constancia en los archivos de que fue ganadora dos años consecutivos del concurso a nivel local de enrollar porros a grandes velocidades. Por entonces tiene su primer desengaño amoroso. Ginger se cree locamente enamorada de un compañero de la pandilla de góticos en la que está ahora. Una noche en la que todos habían salido de fiesta, a altas horas de la madrugada y bajo los curisos efectos del alcohol y las drogas, Ginger, osea Barbie le confiesa su amor al susodicho chico, con un romántico paisaje por escenario: el borde de una fría carretera de las afueras. Nada más oída tan estremecedora revelación, nuestro Romeo opta por poner distancia entre ambos, una distancia de digamos exactamente la anchura de una carretera. Cruza corriendo el alquitrán negro y desaparece en la noche gritando, después de lo cual no hemos vuelto a tener noticias de él. Desde entonces y para los próximos tres años este será el lugar favorito para intentos de suicidios de Barbie, osea Ginger, pasatiempo al que dedicará mucho esfuerzo en cruzar la carretera en el momento exacto en que venga un coche. Pero Ginger nota que la desdicha se aprovecha de ella en todo momento y ni siquiera le permite la muerte, ya que no hay un maldito coche dispuesto a atropellarla y a menudo acaba gritando frenética en medio de la carretera, insultando a los conductores que la esquivan.

                                                                                   to be continued.....

domingo, 12 de enero de 2014

"Bombones"

Hola queridos/as lectores/as!!! Hoy os dejo tan solo una poesía de esas que escribí en diciembre. Sencilla, corta y para abrir el apetito.

Bombones.

Siete. Eran siete
las cajas. Dos de
Valor, tres de Lindt, 
otras dos de
Dulicioso y una
última de cuya
marca no quiero
acordarme.

El armario estaba
abierto de par en
par como un
desafío a nuestras
afrancesadas
miradas.

A aquellas horas
de la tarde, mejor
llamada ya noche,
la merienda brillaba
por su ausencia
en mi estómago.

PUNTO FINAL.

Os podría decir a cuento de qué vienen esas líneas, pero le quita lo poético. Echadle imaginación y que sea lo que vosotros queráis. By Carmen:D

martes, 7 de enero de 2014

Noticias frescas sobre mi novela....

Portada final con tejuelo de la biblioteca.
Hola queridos/as lectores/as!!! Vengo a rematar el asunto de la novela que he escrito. La última vez creo recordar que os presenté el diseño de portada y contraportada....que no ha sido definitivo. Se llegó a la conclusión de que, aparte de tener algún fallo, podía ser objeto de que El Corte Inglés me demandara por usar su logotipo, que sale en la foto que hicimos. Y no hay ganas de demandas de ese tipo. Sin embargo, en el diseño definitivo se han mantenido los rasgos principales. Bien, la novela se imprimió perfectamente a principios de diciembre, se registró en el Depósito Legal y demás trámites de propiedad intelectual...Creo que tres ejemplares fueron a distintos sitios de Madrid, entre bibliotecas y depósitos, y uno está en la Biblioteca Pública de Santa Nonia (aquí en León). Tres ejemplares los doné a la biblioteca de mi instituto y algunos otros fueron repartidos entre familia y amigos/as. De 45 quedan unos diecipicos.
Ya he recibido las primeras críticas, muy variadas e interesantes que seguro aportarán algo al resultado final, pero la que más es digna de mención es un artículo publicado el "Filandón", el apartado cultural de "El Diario de León" en los domingos. Es una pequeña noticia sobre mi novela y "la jovencísima escritora". Me hizo mucha gracia. Sí, en efecto, son 14 años. Pero ya estoy acostumbrada ;) Os dejo el enlace a la noticia: "Jovencísimos creadores".

Espero que haya sido un buen ejercicio de escritura y que además entretenga a todos aquellos que se dignen a leerla. Para mí, no va más allá. En principio no pienso presentarla a concursos. Es la primera novela que escribo. Cumplí perfectamente el objetivo de NO escribir sobre mí, mi mundo, o temas adolescentes/juveniles (dicen que es lo más importante en tu primera novela). Ahora no voy a caer en pretender ganarme el mundo tan rápido. Soy consciente de que lo puedo mejorar en todos sus aspectos, así que prefiero pensar en editoriales cuando tenga todo bien pulido y atado.
De todas formas...si ustedes esperan verme algún día en algún libro con el que se pueda comerciar, lo digo claramente, no esperen que sea una novela. Tengo una maravillosa colección de relatos, unos mejores que otros, a los que les tengo mucho aprecio y que escribo desde hace bastante. Y no creo que ahora sea mejor por haber escrito una novela. Vivan las narraciones cortas. ¡Cuentos al poder! ;P
By Carmen:D

sábado, 4 de enero de 2014

"Fiebre de domingo noche."

Hola queridos/as lectores/as!!! Más escritura. Aquí tenéis mi último relato del Club de Escritura Cartapacio, mi última creación literaria en muuuuuucho tiempo. Mi regreso a los relatos, a la chispa de By Carmen:D. Puff...después de unos cuantos meses de inactividad por falta de inspiración y técnica, esto fue todo un acontecimiento. En fin. Me invade una alegría y sensación de felicidad cada vez que escribo y acabo algo que gusta y creo que está aceptable...
El tema del mes era: "Te hemos pillado. Ahora cuéntanos en qué y por qué". No está mal, ¿eh? Es un buen ejercicio de imaginación y creatividad. Después de buscar una linda semanita la inspiración, me basé en "El infierno en dos actos", un relato a dos plumas que escribí con una buena amiga hace ya dos años. Desarrollé un poco mucho más la idea. Y salió esto. Consejo: si después de leerlo no conseguís leer entre líneas, pedid ayuda o pensad un rato. Cuando encajéis las piezas, os recomiendo que lo volváis a leer. Apreciaréis mejor todos los detalles. No hay nada dejado al azar. Y ya no necesitáis que os diga nada más. Una recomendación. El relato tiene ambiente de jazz; escuchadlo con este tema: "Sing, sing, sing" o el clásico charlestón al que aludo. By Carmen:D

                                              FIEBRE DE DOMINGO NOCHE

Hagan el favor de no mirarme así, que parece que acaban de llegar a las puertas del Cielo aún. Quiten ahora mismo esa cara de sorpresa. Debería darles vergüenza de vuestras débiles almas pecadoras. ¿Qué hacían ustedes dos aquí, si se puede saber? ¿Desde cuando mis afamados empleados se dedican a pasar sus turnos libres en burdeles, además borrachos? ¿Y quienes eran esas dos señoritas que estaban con vosotros? Porque eso no lo saben arriba vuestras mujeres, ¿verdad? No, no, de cambiar de tema yo nada, eso es algo que quiero que me aclaren. Esto no quedará así Fernández, vaya que no, esto tendrá consecuencias en su carrera, no lo dude. Si se cree que después de este agravio voy a ascenderle es usted más tonto de lo que me pareció el primer día. Ustedes dos han provocado mi cólera y con razón, pero como todo el mundo sabe, soy más bien de carácter misericordioso. Y usted, González…usted que es tan sereno, tan impecable, tan razonable…¿no se ha dado cuenta de la humillación en la que me ha metido? ¿No ve en que situación me hallo ahora? Miren, miren: asómense al otro lado de la sala. ¿Ven todas esas miradas? Están esperando a que salga de aquí para ajusticiarme, se reirán de mí, pisotearán mis principios, mancharán mi nombre, serán mi perdición. Y lo peor de todo es que, en el fondo, por mucho que lo vaya a negar, tendrán razón.
Ustedes saben que soy viejo. Que ya no estoy para estos trotes, para estas aventuras…pero me hacía tanta ilusión. Además, ¿ante quién tengo que responder yo de mis actos? ¡Ante nadie! ¡No hay nadie con derecho a juzgarme, nadie puede decirme qué tengo que hacer! Ja, sino muy mal tenía yo esto montado. Solo me faltaba una insurrección. Ay, hijos míos, si supieras todo lo que me debéis. No, ahora no me ponga esa mueca de reproche, Fernández. Que se muy bien las que usted se gastó cuando estaba vivito y coleando, que usted entró en el puesto por todas las plegarias de su abnegada tía. Madre, que pesada era la señora, disculpe que se lo diga. Normal que tuviera usted ese asco por las mujeres, pero tampoco es para pagarlo con su esposa. En fin, que usted siempre estuvo a un paso de acabar entre esa gente que ahí ve, si esos mismos. Y aún es posible. Así que míreme bien a los ojos: quiero su completa colaboración para salir de la situación con la mayor decencia posible, no toleraré sobornos ni chantajes, ni un solo gesto de desobediencia, ni una sola palabra en mi contra. Y, por supuesto, de este desgraciado acontecimiento no se enterará nadie arriba. ¿Entienden lo que es nadie? Como oiga un solo murmullo, os juro malditos bastardos que pagaréis con algo más que vuestras alas esos gritos que me delataron. Si es que a quién se le ocurre, almas de cántaro. Uno cuando ve a su patrón en una situación comprometida no monta tanto revuelo y se pone a gritar y señalar como un loco; uno lo que hace es quedarse bien calladito y procurar no dañar su reputación, y entonces otro gallo os cantaría. Callen, callen, no me digan nada porque cada vez que lo recuerdo me pongo malo. Iba a ganar, lo tenía todo, todo, ya podía saborear la victoria…


Ah, ustedes no saben la dedicación y el cuidado con que lo había preparado todo. No, claro, que van a saber, si nunca han tenido ambiciones. Pero, déjenme que les cuente, déjenme contar a alguien, ya que estamos aquí en petit-comité, y esto, como quien dice, se lo van a llevar también a la tumba. La pasión, la pasión de mi vida desde que fui niño: el baile. Por mucho que les hayan podido decir en la oficina, sabed de buen seguro que no hay otra cosa que me atraiga y me fascine más. En mis días de juventud puse buen empeño en esa tarea, pero ya ven que al final mi destino me ha llamado por otro camino. Uno nunca tiene lo que en realidad quiere: bailar, bailar sin descanso toda la noche entre luces y sombras, derrochar felicidad y sentirse como levitando, volando libre. ¿Y qué he conseguido de todo eso? ¡Tan solo una cosa! No lo duden más, ese trauma ha frustrado mi carrera profesional desde niño, muchos especialistas de los que por allí tenemos me lo han dicho. Pásenme esa otra botella de ahí, ¿quieren? Muy amables. Ah, que vida más perra.

Las inscripciones para el concurso salieron hace meses. Apuntarse fue demasiado sencillo, con un nombre falso, claro. De todas formas, ya me ven lo que he cambiado, ustedes mismo han tardado mucho en reconocerme. Y eso es porque me ven todos los días en el trabajo. Pero, créanme, él si que me ha reconocido.¡Oh, por supuesto, el señorito experto en la mentira está lo bastante acostumbrado como para reconocer a su viejo compañero de juegos! Maldita sea, ya me empezaría a preocupar si no reconociera a el que le encerró aquí. Aunque ya ven, miren esto, parece que le ha sacado partido. Un poco sucio, a estos muebles se les puede sacar algo de brillo y el olor a azufre molesta un poco al principio, pero no me digan que el ambiente está mal. No, nada mal.
Pero a lo que íbamos. Practiqué todos los días. Ustedes no lo saben, pero en la finca de recreo tengo instalada una salita muy práctica para bailar, amplia y despejada. Los mejores bailarines del mundo entero desfilaron todas las tardes por mi casa a cambio de unos cuantos favores. Para motivarme veía una y otra vez, en la sala de proyecciones, “Billy Elliot”. Es mi película favorita, ¿saben? Les prometo que sudé todos los días de tal forma que la enorme barriga con la que siempre me vieron y que hoy me falta la borré solo a base de pasos de baile. ¡Estas últimas semanas he tenido que ir a trabajar con cojines debajo de la túnica para que no se me notara! Si supieran lo que me he reído yo solo en los baños…Perfeccioné todos los estilos de baile porque debía de estar preparado para cualquier cosa, aunque sabía que la batalla definitiva era el concurso de charlestón. El día antes, al verme un tanto rejuvenecido por el ejercicio físico, me dio un ramalazo de inspiración divina y decidí ponerme en condiciones de presentarme en sociedad por primera vez desde hace tanto tiempo. Me di un buen afeitado, que, maldita sea, ya no recordaba ni como afeitarme, ¿se lo pueden creer? Y, en un subidón de autoestima al verme tan bien sin la barba, corté también esas greñas del pelo, y lo teñí de aquel dorado cobrizo que era la envidia de todos en mis años jóvenes. El cambio fue tal y quedé tan contento con mi nueva imagen, que incluso me planteé dejarme ver así por ahí arriba, a ver que opinaba el personal. Igual me dicen que es pura soberbia, pero estoy del todo seguro de que volvería locas a muchas.
Un sorbito más y ahora continuo. Con el baile ya queriendo salir de mis pies, desempaqueté este viejo traje, pero que no ha perdido un ápice de elegancia. No me digan que no me queda bien. Al principio pensé que con la chaqueta en blanco iba a parecer Humphrey Bogart en Casablanca en rubio, pero qué quieren que les diga, soy incapaz de moverme por el mundo sin algo de color blanco puro. Si no sería muy vulgar, ¿no les parece? Sé lo que estarán pensando. ¿Quién es este borracho que tenemos delante, una mala copia de nuestro admirado jefe después de un tratamiento de belleza y unas cuantas copas?

Pues ya no estoy muy seguro, la verdad. Hace dos horas, cuando entré en este burdel yo tan solo era el joven con ganas de divertirse, bailar y triunfar que siempre llevé dentro oculto. Cuando esas enormes puertas carcomidas se abrieron, cuando esas repugnantes gárgolas me franquearon el paso a esta prisión para los pecadores, cuando esos diablillos vestidos de camareros me condujeron por los infinitos laberintos de este mundo…Me avergüenzo de mi mismo, pero me sentí como en mi propia casa. Ah, muchachos, tendrían que haber visto el esplendor que desprendía los grandes salones, con sus paredes y techos en rojo escarlata, su luminosidad mortecina, solo alimentada por esos pequeños fuegos instalados en las esquinas de las paredes; el ambiente cargado de humo con un fuerte aroma a azufre y otras cosas que no digo, que subía hasta hacer una gran nube en el techo. Las grandes pistas de baile que llenaban casi todas las salas, repletas de bailarines que quemaban los despojos de su cuerpo bailando como poseídos por una fuerza mayor, un impulso al que cedían con ganas. ¡Y las chicas! Vaya chicas que tenían allí…Nada que ver con esas tan sosas que tenemos arriba, tan frías, como si fueran unas estatuas sin piedad. No, aquí son todas pedazos de carne que no deja de vibrar a cada giro y salto que dan en la pista de baile. No te negarán nunca una sonrisa cálida ni un rato divertido. Al fin y al cabo, aquí ya no tienen nada que perder. Aquí sus vestidos son ceñidos  y algo escasos de longitud, que se pegan a su cuerpo como una segunda piel; y no esos largos vestidos tan voluminosos, espumosos diría yo, que apenas las dejan moverse por los salones de arriba. Compañeros míos, si de algo estoy convencido después de esta sugerente experiencia es que unas cuantas cosas van a cambiar por ahí arriba. Se acabó de tanta etiqueta y tanto remilgo, que nos hemos quedado anclados en la moda de las pelucas empolvadas. Que se vistan como a ellas les dé la gana, y todos contentos.
Miren camaradas, yo no sé qué hice mal al elegir aquel sitio como lugar de tortura y sufrimiento, porque allí no había cara en la que no se viera sonrisa. Que sí, que estaban todos hasta arriba de pecado, de actos malos e impuros, de depravación, de vicios…¡Pero se lo pasaban de bien! Nada les preocupaba, a esos infelices no les preocupaba nada de lo que pudiera pasar al día siguiente, porque ese día y todos los demás irían a dar con sus huesos en ese antro para siempre, a seguir viviendo en una continua orgía. Menuda condena.

El caso. Que se me va el santo al cielo…A ver, que sigo. Nada más que llegué, él vino a recibirme con dos preciosas morenas cogidas por la cintura. Qué bien ser conservaba el muy cabrito. No aparentaba más de treinta, y eso como mucho. Y eso que es tan viejo como yo. Pero, claro, lo suyo es natural, a mi me costó sangre, sudor y lágrimas bajar unos cuantos quilos. Llevaba un esmoquin negro reluciente, que parecía reflejar como un espejo mi cara. Pantalones negros, zapatos negros, chaleco negro, camisa negra y una perilla negra también que le daba un aspecto de bohemio con mucho sentido del humor. Para que negarlo amigos, era más guapo que yo. Tenía una especie de áurea magnética que atraía a todo el mundo hacía él, los chistes que contaba eran los mejores, su compañía la más solicitada, siempre invitaba a unas copas a sus huéspedes, a los que nunca les faltaba de nada, y era considerado por ellos como un filósofo carismático con la frase exacta para el momento exacto. Lo tenía todo. Y yo solo tenía el pelo teñido y unos botines blancos. Pero no penséis que vuestro jefe, jefazo más bien, se dejó amilanar por semejantes condiciones de desventaja. ¡Para nada! Me repetí mentalmente las tres efes (fuerza, fama y fortuna) y decidí enfrentarme al toro.

Me dedicó su mejor sonrisa, su sonrisa de triunfador y sin decir una sola palabra más los dos nos dirigimos a la pista de baile que se acaba de vaciar. A nuestro alrededor la fiesta se detuvo y los rostros se giraron. La bebida dejó de llenar las copas por un momento y las risas se ahogaron como mejor pudieron. El humo no dejaba ver muy bien, el calor de las hogueras quemaba la piel y se podía sentir el aire cargado de respiraciones. De repente la música estalló como el pistoletazo de salida y los dos nos agarramos a la melodía de las notas con habilidad. Cada uno por su lado, empezamos a claquetear y repiquetear los pies hasta hacer una sinfonía paralela a las de las notas; luego el ritmo y la velocidad crecieron y comenzamos a conquistar la pista. Parecía que sus pies volaban, apenas tocaban el suelo, se movían con una maestría y agilidad de quien tiene un don natural para ello. Yo tampoco me quedaba atrás, era hábil en los saltos y coordinaba bien el cuerpo. Continuamos así durante minutos eternos en los que la música decaía y se volvía más intensa, nos obligaba a improvisar bailes ante la sola luz de un triste fuego, o nos hacía recorrer toda la pista con grandes saltos y piruetas, giros rápidos, explosivos, enérgicos. Nos mirábamos y sabíamos que de allí solo saldría uno.
Llegó el gran momento, el apogeo de la actuación. La música guardó la tensión. Primero él remato con un número perfecto, sin un solo fallo, lleno de dificultad, con pasos espectaculares que dejaron a todos convencidos de que su patrón era el mejor, y de que aquel extraño al que nadie identificaba estaba condenado a perder. La última pirueta fue una declaración de guerra descarada. Pero yo tenía un as en la manga, lo tenía todo preparado, había llegado mi turno. Nos jugábamos el todo por el todo. Alcé la cabeza con orgullo. Iba a ganarme a aquellos malditos diablos como fuera.

Y resulta que no había dado cuatro pasos, cuando dos imbéciles, dos infelices, dos desgraciados se levantan ruidosamente de sus sillas y empiezan a gritar borrachos “¡El jefe, el jefe, pero si es el jefe!”. Entonces todo el mundo se levantó de sus asientos y empezó a vociferar, pero nada, vosotros continuasteis gritando, que es que parece que sois tontos. ¿Pero no visteis lo mal que se esta poniendo la cosa, que todos empezaban a agarrar objetos? ¡Mirad los moratones que tengo ahora por toda la cara! Y es que es normal, no se lo reprocho: yo soy uno de ellos y me entero de que semejante eminencia ha bajado hasta aquí para hundirse en un pozo de pecado, con el único objetivo de participar en un estúpido concurso…Será mi fin. Ya no tengo autoridad ninguna… ¡Pensad qué dirán por ahí arriba! Esto será la gota que colma el vaso: todos se volverán en mi contra, los más insurrectos aprovecharan la ocasión para destrozarlo todo…Oh, cómo he podido caer tan bajo. Es una vergüenza, una vergüenza que yo haya tenido que lloriquearle una tila al mismísimo diablo porque no llevaba ni una moneda encima. De repente se me ha venido encima la crisis nerviosa, y la ansiedad, y entonces se me ha bajado la autoestima ha niveles subterráneos, y ya sé que el médico dijo que no debía beber cuando estoy así, pero por mí los médicos se pueden ir a la mierda, no los necesito.

                                                 PUNTO FINAL


miércoles, 1 de enero de 2014

Se trataba de desatar la furia sin morder cojines....

Hola queridos/as lectores/as!!! Os vengo a presentar una poesía que hice este mes. Bueno, no es una poesía...No sé muy bien qué es. Es demasiado larga para ser tan solo una poesía. Y tiene una métrica demasiado especial para ser una poesía (si es que tiene métrica). Sin embargo, hay unas claras normas que he seguido, y que se encuentran también en las demás poesías/cosas raras que he escrito este último mes. ¿Por qué esto y no relatos o textos en prosa? Sencillo. Es más rentable y posible escribir siete líneas de cuatro palabras y contentar la inspiración literaria que escribir dos folios. Apenas hay tiempo durante la rutina.
Las características son que la mayoría de los versos tienen solo tres palabras, y que siempre acabo un verso con palabras "menores": preposiciones, determinantes, adverbios...Todas las palabras cortas y en apariencia significantes. Ya es hora de que les demos ese lugar de honor, la última palabra del verso que se te queda en la cabeza. Como he seguido fielmente lo de los versos cortos, he desaprovechado mucho espacio en cada renglón, y por tanto es muy larga, pero como veréis se lee muy rápido.
Lo que más me enorgullece es decir que ese día estaba muy cabreada con el mundo entero y que necesitaba arañar algo. En una idea lúcida decidí que, en vez de desgarrar con furia los cojines, podía intentar convertirlo en algo literario. Pocas veces sale algo válido como resultado, y creo que esto lo es. Un buen aprovechamiento de la energía. Todo vuestro. By Carmen:D

DANGER!

Cuidado, que muerdo.
Cuidado, que todavía
no me conoces del
todo. Que mis
ojos pueden sorprenderte
en un impulso
agresivo, que mi
sonrisa puede dejar
paso al odio, que
mis uñas pueden
clavarse donde quieran.

Cuidado, porque hoy
soy un gato al
que han dado un
exceso de heroína
en un laboratorio.
Que hoy soy un
jabalí que está
harto de darse a
la fuga, y
resoplando por la
nariz se convierte
en tu peor
pesadilla.

Cuidado, que reniego
de las palabras y
abrazo los gestos.
Que chillo, insulto,
araño y pataleo.
Que no voy a
dejar que pases
por aquí sin
hacerte un lindo
cuadro por cara.
Que te denunciaré
por daños y
perjuicios, para
luego tomarme la
justicia por mi
mano, para desenfundar
el revolver con la
insignia de sheriff
en el chaleco.

Cuidado, que hoy
defiendo lo mío
por encima de
todo y con descaro,
porque hoy quiero
dar en paz esa
maldita clase de
Literatura.
Que se acabó ya
de paciencia, de
resignación, de
silencio, de
hipocresía, de
humanidad.
Que al fin y
al cabo soy un
animal y tengo
derecho a serlo.
Que por una
vez el cuerpo
rinde honor al
alma y será
expresión pura
de agresividad.

Cuidado, que hoy
camino por la
calle dejando mi
huella en el
cemento a cada
paso que doy.
Que un hilo de
cristal tira de
mi y soy un
palo de escoba que
no se dobla
al viento.
Que hoy vibro de
violencia, de
intolerancia, de
intransigencia, de
rabia, de odio, de
asco y de puro
hastío.

Cuidado, porque ya
el día empezó
mal cuando me
fue fácil imaginar
una sucia, vieja
y pesada metralleta
made in China
sustituyendo a mi
máquina de escribir,
entre mis manos,
y una ráfaga de
benditos proyectiles
que rasgan ferozmente
cuerpos, mesas y
palabras.

Cuidado, porque hoy
he querido matar,
pegar, hacer daño
al mínimo percance
que me han hecho
a mí. Y lo peor
de todo, que no
me arrepiento,
que lo deseo de
nuevo, que tan
solo me arrodillo
ante la rabia
desatada, ante
las injusticias
vengadas, ante
los mentirosos
muertos, ante
la sangre
todavía caliente.

Cuidado, porque ya
no más inocencia,
ni conformismo,
ni educación
inglesa, ni
más democracia.
Que esto es
una autocracia y
yo soy la dictadora.
Que no hay libertad
de expresión. Las
cosas son así,
y si no te
gustan, ahí tienes
el paredón.

Cuidado, que no hay
manera de calmar
la ira que me
quema con gusto
ni apagarla quiero.
Que no haré distinción
alguna y todos
me oiréis gritar
en la oscuridad.
Que lo siniestro,
lo macabro, lo
sangriento hoy se
quedan cortos para
mí. Que hoy soy
el diablo con alas
blancas y lira,
el lobo vestido de
oveja, la tormenta
que no para.

Cuidado, porque hoy

voy a morderte.