domingo, 11 de marzo de 2012

Tolomeo y Marieta

Hola queridos lectores!!! Bueno, tras una semana de construcción de este relato aquí os lo presento, recién acabado. Es muy de mi estilo :D. Como veréis, últimamente estoy colgando muchos relatos, son todos los que tengo amontonados, y más que colgaré! Y si alguno se pregunta que demonios ha pasado con Sheila (3º colaboradora de este blog, para el que no se acuerde), que sepa que yo también me lo pregunto y se lo pregunto every days. By Carmen :P
                                          Tolomeo y Marieta

Érase una vez, hace mucho, muchísimo tiempo, dos jóvenes pasaron a la historia por su amor imposible. ¿Queréis conocer su historia, queridos niños? Entonces os diré que nuestros dos protagonistas vivían en un pueblecito de España llamado Villaverona del Río. No desgastéis vuestros ojos buscando este pueblo en el mapa, ya que un terrible e inesperado terremoto lo borró de la faz de la Tierra, hace ya varios veranos.
Por aquel entonces los hombres y mujeres eran apacibles y hogareños, no como en tiempos actuales. Se contentaban con cuidar su ganado, trabajar en la huerta y jugar al dominó en el bar del pueblo. Pero también tenían sus picas, como las que enfrentaban a dos familias tan conocidas como los Capuletez y los Montesquez. Estas pullas venían durando desde muchos años atrás, tantos que ni los más viejos del pueblo lo recordaban. Algunos decían que era por un burro que un Montesquez había robado a un Capuletez, otro porque los Capuletez habían movido el hito que delimitaba los campos de cultivo a su favor, e incluso había algunos que defendían que una vieja bruja que pasó por el pueblo les había echado un mal de ojo a las dos familias. Pero, fuera lo que fuese, los Capueletez y los Montesquez no podían verse ni el peluquín. Y esto era terriblemente malo, ya que las dos familias compraban en la misma tienda de peluquines. Por eso los Montesquez se enteraron de la fiesta de los Capuletez. Y esa información pasó de boca en boca por toda Villaverona del Río hasta que llegó a los oídos de Tolomeo Montesquez.

Tolomeo Montesquez era, para qué vamos a engañarnos, el muchacho más raro de todo el pueblo. Siempre encerrado en casa. Cuando todos los demás jóvenes se divertían por las calles, él estaba probando cualquier nuevo sulfato para los campos de su padre. Todo un científico, como Einstein, claro que Einstein no estaba ni en la lista de próximos nacimientos por aquella época. Además tenía cierto cariño a los venenos. Un poco desequilibradillo mental el pobre, siempre amenazaba con suicidarse si algo le producía demasiada congoja. Ello hacía que siempre tuviera a mano un buen veneno para quitarse la vida todo lo poéticamente que él quisiera y pasar a la historia como el insigne científico nunca descubierto. Su complexión física era la de una ardilla atropellada. Ojos demasiado saltones, pulso tembleque y un peculiar tic en las manos que impedía que estuviera quieto un momento. Las crónicas contaron de él, sin embargo, que fue un muchacho vivaracho, fuerte y alto, vigoroso y carismático. Todo falso. Queridos niños, nunca os fiéis de alguien que se haga llamar “Chéspir”.

Así pues, Tolomeo se enteró de la fiesta de los Capuletez. ¿Y por qué fue a la fiesta si nunca salía de casa? Pues, según me han contado mis corresponsales en Villaverona del Río, fue porque últimamente los campos de los Capuletez estaban más fértiles que los de los Montesquez, y Tolomeo sospechaba que detrás de aquello había un nuevo sulfato.
Se coló fácilmente en la fiesta, al fin y al cabo, ambas familias llevaban los mismo peluquines y no se distinguían mucho. ¿Y qué diréis que pasó cuando llegó allí? ¿Acaso los Capuletez le habían tendido una emboscada y ahora iban a envenenarle? ¿Se confundió y fue dos horas antes de que empezara la fiesta? Mucho peor queridos niños, mucho peor. ¡Se enamoró! Y de la dulce Marieta, nada menos. De aquella musa de los ingenios, de aquella Afrodita mortal. Realmente las facciones de Marieta eran el vivo reflejo de la perfección, y su cutis no esbozaba ni un grano, ni una espinilla, ni una sonrisa. Toda una calamidad.
El único problema era la ropa. O más bien, la talla de la ropa. Porque Marieta, como hija de ganaderos que era no había escatimado ni un segundo en comerse toda la carne, panceta, jamón, chorizo, tocino y demás alimentos altamente calóricos acompañados, por supuesto, con buenos cocidos y guisos. Y claro, tenía unos niveles de colesterol…Así que estaba, más bien, lo que se conoce como rellenita. Pero eso no estropeaba para nada su carisma intelectual, altamente reforzada por el enorme garbanzo que tenía por cabeza. Solo una pasión ocupaba su alma: la costura. Le apasionaba tejer. Bufandas, vestidos, mantas, patucos…de todo. Incluso pensaba poner una tienda de lanas (Marieta Telas), que, con un poco de suerte, llegaría a ser una importante sucursal de su floreciente imperio de costura (entonces se llamaría Marieta Telas S. A.).


Como hemos dicho, Tolomeo y Marieta se enamoraron en lo que se conoce como un flechazo a primera vista. Pero sus familias estaban destinadas a no entenderse desde la noche de los tiempos, y mucho menos se entendería por razones tan nimias como el fulgurante amor de unos jovenzuelos excesivamente apasionados. Por eso, Tolomeo y Marieta (o Marieta y Tolomeo, que no haya discriminación de sexo en la literatura, por favor) decidieron verse y mantener su amor en secreto.
Así pues, todos los días de la semana y algunos más se veían en el balcón de Marieta, suspirando el uno por la otra y viceversa, esperando como quien espera la muerte, solo que en este caso era el amanecer matutino que los separaría. Puesto que solo estaban seguros cuando una tenue luz violeta cubría el cielo y, allá a lo lejos se oían los románticos y gráciles gorgoteos de los cerdos y borricos de las granjas. Sí, queridos niños, cerdos y borricos. Y es que el amor no solo ciega, sino que también deja más sordo que una tapia y reduce la expresión facial a un estúpido estado vegetal (a saber, entre tomate maduro y berenjena de huerta). ¡Y no hablemos de las muestras de las conversaciones tan coherentes y explícitas que nos proporciona este cacareado sentimiento!
- ¡Oh, Tolomeo querido! ¿Ya te quieres ir? ¿Ya pretendes abandonarme?
- Es preciso que me vaya, Marieta, pronto será completamente de día y tus padres no deben verme aquí.
- ¡No, aún no es de día!
- Te digo que sí, ¿no ves el sol?- insiste Tolomeo
- Que no.
- Que sí.
- Quédate o me moriré de tristeza.- replica Marieta ofendida por la oposición a su criterio.
- Ya me da igual que me maten, por complacerte haría cualquier cosa.
- ¡No! Márchate, fuera, ya estás tardando. ¿No ves que si te encuentran aquí te matarán?
- Me da igual. Me voy a quedar.- predice Tolomeo resignado.
- Que no.
- Que sí.
- Ya es de día, pronto el trajín volverá a la casa y todos despertarán – informa la criada de Marieta.

Y entonces los enternecidos jóvenes se ponen por fin de acuerdo y se despiden entre trágicas palabras y pensamiento de añoranza. Por supuesto, “Chéspir” hizo que esta cándida escena del balcón quedara reluciente a los ojos de los no conocedores de la historia real.
La cosa continuó así hasta que el padre de Marieta decidió casar a su hija con el hijo del alcalde. Obviamente, la muchacha se negó. Derramó mil lágrimas para evitar el futuro enlace pero todo fue en vano. Por eso Marieta acudió al cura del pueblo, un tal Lorenzo. Este, más inteligente que los dos jóvenes, que veían mermadas sus capacidades intelectuales por el idílico romance que vivían, trazó un plan para sortear todos los inconvenientes y construir un final feliz tipo cuento de hadas. Y quién sabe, tal vez lo hubieran conseguido en la realidad (tan probable como que esta historia existiera), pero como el asunto que nos ocupa es una pura tragedia no podía suceder así. El plan consistía en que Marieta aceptara el enlace, pero días antes de las nupcias moriría inesperadamente. Eso es lo que pensaría todo el mundo y lo que sucedería en la realidad era que Marieta se tomaría un somnífero que la haría despertar cuando ya la creyeran bien muerta. Por otro lado, Tolomeo sería informado por una carta llevada por el más veloz mensajero en la que se explicaría el plan y donde se acordaba reunirse con Marieta en Valdematua del Monte, para quedarse a vivir allí y escapar de sus familias.
Trazado el plan y con Marieta muerta (dormida), al cura solo le quedaba mandar la carta a Tolomeo. Pero, ¿cuál sería el mensajero indicado, al que ni la tormenta ni el cansancio conseguirían parar? Al principio se pensó en Miguel Strogoff pero como el presupuesto de la parroquia no llegaba para traer al correo del Zar desde Moscú hasta Villaverona del Río, y mucho menos llevarlo de vuelta, hubo que conformarse con el primero que pillaron. Aquí es donde se consolidó la gran catástrofe. Claro está, el mensajero no llegó a tiempo para entregarle la famosa carta a Tolomeo y este pensó que su amada había muerto. Apresuradamente se dirigió a donde estaba el cadáver de Marieta (misterio sin resolver: a Marieta, aunque todos la creyeran muerta, ninguno se esforzó en enterrarla) para despedirse de ella por última vez. No se lo había acabado de creer, pero cuando vio a la difunta decidió hacer lo que nunca se había atrevido a llevar a cabo: cumplir su promesa de que moriría envenenado con su veneno casero a base de las sobras de puré de verduras destilado. Así pues, pasó a formar parte del verdadero corral de los quietos esperando poder reunirse allí con su querida Marieta.

Al cabo de morir Tolomeo, se despertó Marieta de su supuesta muerte. Y también llegó allí el cura, para explicar de alguna manera factible como, por culpa de un mensajero inútil, el plan estaba hecho trizas, Tolomeo muerto del todo y que el pueblo al completo se había enterado del romance secreto, mientras que los Capuletez y los Montesquez amenazaban con provocar la 3º Guerra Mundial. Que papelón, ¿verdad queridos niños?
El enfado que cogió Marieta solo es cuantificable con  la teoría de la relatividad de nuestro ya citado Einstein (e=mc2, oseasé: enfado igual a Marieta cabreada al cuadrado). Al contrario que Tolomeo, a nuestra protagonista no le vinieron ningún tipo de ansias de suicidio ni sensaciones incompatibles con la vida. Más bien comenzó a gritar, se enrojeció, empezó a echar espuma por la boca y demás síntomas de sueños perfectos rotos. Prometió que se vengaría del cura Lorenzo, de los clásicos amores imposibles y de “Chéspir”.
Luego se fue a todo correr y se le perdió la pista durante años. Tolomeo fue enterrado en Villaverona   del Río, bajo una placa que decía: “Al insigne científico nunca descubierto, de su pueblo y con toda la amabilidad posible que se puede tener hacía uno de los causantes del conflicto armado entre los Capuletez y los Montesquez”. De Marieta se sabe hoy en día que se fue a Rusia, allí se encontró a Miguel Strogoff y se casó con él, olvidando por completo a Tolomeo. De esta forma consiguió asesinar al cura Lorenzo en el asesinato más cacareado del año, cumpliendo su primera venganza. Para arruinar a “Chéspir” comercializó los videojuegos, haciendo así que se dejara de leer al dramaturgo inglés. Y para vengarse de los clásicos amores imposibles que tan empalagosos y aburridos acaban resultando a los lectores, me llamó a mi y me pidió que escribiera esto, a ver si con un poco de suerte se daba a conocer la verdadera historia de Tolomeo y Marieta (o Marieta y Tolomeo) y de paso, con lo que ganara yo con este cuentecillo les sacaba a ella y a Miguel Strogoff de la cárcel por el asesinato del cura Lorenzo.
Y eso es lo que he hecho, así que los interesados en sacar a estos personajillos míos de la cárcel, no olviden contribuir con el saludable propósito de este relato riéndose un poco.

                                                            PUNTO Y FINAL.

1 comentario:

  1. No me puedo creer que con el tiempo que lleva este relato aquí nadie haya comentado nada. Pues no es que pase desapercibido... Es una de las cosas más geniales que he leído en mucho tiempo. Humor por doquier, ironía, metáforas, comentarios muy críticos, imaginación, credibilidad, agilidad en el ritmo, descripción escueta pero certera, no demasiada información sobre los personajes pero sí la suficiente, PARODIA sin malicia, final espléndido, sorpresa constante...
    Todo un conjunto de cuestiones literarias muy logradas. Para mi destacan especialmente el humor, el final y la parodia. Aunque me consta que hace años que escribiste "Tolomeo y Marieta" (o Marieta y Tolomeo;) parece realmente de un nivel superior. Claro que se ve tu evolución literaria que he tenido la suerte de seguir, y se aprecia igualmente algún error, ya sea de redacción o de tipografía. Pero en conjunto me parece una pasada. No es superficial: no busca un humor rápido sin decirte absolutamente nada. Se ve que cuando lo escribiste tenías unas ideas bastante claras sobre el amor y además una apreciable cultura literaria. Ridiculizas la historia de Romeo y Julieta pero no llegas a extremos desagradables. Versionas sus nombres y consigues buenos juegos de palabras, como por ejemplo E=mc2. Y ya se ve esa tendencia tuya a conseguir lo cómico mediante la hipérbole de los personajes.
    Pero siempre hay un pero y en esta ocasión es que utilizas demasiadas preguntas al lector. Quizá, en mi opinión, abusas del recurso de dialogar con los lectores. El narrador se presenta como una persona que cuenta una historia (la de Tolomeo y Marieta) a unos niños. Muy bien. Pero sigues en ello y personalmente me llega a cansar un poquito tanta pregunta directa al lector. Además, empiezas dirigiéndote a los niños pero al final no da la impresión de que "dialogues" con niños, sino más bien con un público en general.
    El final es sinceramente fantástico: cuando ves que no puede haber más todavía hay otra sorpresa, y eso en un relato cortito además como este es una pasada.
    En conclusión, me ha encantado y ya veo que cada vez escribes mejor. Asi que sigue asi porque yo estoy dispuesto a criticar cada relato que escribas, ya que no puedo escribirlos yo.

    Saludos,
    Ángel :)

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