domingo, 11 de marzo de 2012

El barco, el marinero y Eva

El marinero, el barco y Eva

Eva siempre me despertaba ahogándome. Desde que empecé a dormir allí, Eva me despertaba todos los días al alba clavando sus finos dedos en mi garganta. Inmediatamente abría los ojos y me incorporaba. Era cuestión de segundos morirme o coger aire a tiempo. Sucedía así todas las mañanas.
Aún hoy no sé por qué lo hacía. Tal vez porque temía que no me despertase nunca del sueño en el que estaba sumido. Quizás porque odiaba cuando me olvidaba de ella. Quien sabe, ¡era tan imprevisible!
En el momento en que tomaba la primera bocanada de aire fresco del día, Eva dejaba de asfixiarme. Se daba cuenta de que ya no podría volver a dormirme en todo el día, ya no la podría abandonar. Entonces me levantaba, me vestía, tomaba un breve desayuno y salía a la cubierta a ver que tal estaba la mar aquel día. ¿A qué tierras desconocidas me llevarían sus olas?
Mi hogar, mi pequeño barco, es mi más preciada posesión. A nadie parecía importarle, todos me tomaban por un mentiroso. Pero a mí me daba igual, mientras tuviera mi barco, me daba igual. Me lo había regalado un viejo marinero en el puerto del que partí. Era ya muy anciano, su pelo blanco ondeaba al son del viento marino y el humo que salía de su pipa ascendía al cielo formando columnas grises. Cuando llegué, sus ojos entrecerrados, como los de un gato, se fijaron en mí. Me dijo, con voz ronca:
-Muchacho, he aquí tu barco. Te llevará a todos los lugares que puedan existir y soportará todas las tormentas siempre que tú seas su capitán.  Aquí tu imaginación será libre, porque esta es su casa. Sí, tú eres el dueño de este barco.
-¿Cuánto me costará?
- Nada. Cada vez que alguna tabla se rompa o las velas se rasguen, sufrirás por él, ese será el precio. Y la ganancia será que aprenderás a repararlo.
- ¿Y qué nombre tiene, porque un barco tan maravilloso ha de llamarse de alguna forma, no?
-  Eso debes descubrirlo tú.
- Sueño. Solo puede llamarse Sueño.

Le puse nombre a todos los objetos del barco a medida que los iba conociendo,  porque así los hacía completamente míos puesto que no habría otro barco que tuviera objetos del mismo nombre. A la vela la llamé Esperanza; al timón, Valiente; al puesto del vigía, Libertad; al cuaderno de bitácora donde apuntaba lo bueno y lo malo, las victorias de mi barco y sus errores, Dignidad. Me pareció justo que se llamaran así. Desde ese día he navegado por mil mares y atracado en mil puertos. He vivido mil aventuras y aún sé que me quedan muchas más por vivir.
Además, me gusta escribirlas. Es mi pasatiempo favorito, no puedo evitar ponerme a narrar las aventuras del día antes de dormirme agotado por la intensidad de la jornada. Mis amigos me decían que tenía una imaginación insuperable y que algún día sería un gran escritor. Ciertamente, mis historias hacían las delicias de los mayores y pequeños, pero no eran más que eso, historias. Cuando intentaba hacer que alguien me creyera, que creyera que había vivido aquello de verdad, que lo mío tan solo era un trabajo de cronista personal…obtenía como respuesta cualquier excusa. La mayoría de las veces me recordaban que el día de los Inocentes ya había pasado. Y allí me quedaba yo, con mis folios repletos de historias garabateadas rápidamente a lápiz y con afán de reconocimiento, pero solo historias.

Todo siguió así hasta los 11 años. Entonces ya nadie me tomaba en serio, se limitaban a ignorarme. Mis padres, divertidos al principio con mi extraordinaria imaginación, decidieron llevarme a un especialista para que acabara con mis “pesadillas que me convertían en un niño aislado”.
Recuerdo la sesión final. Mi psicóloga, una mujer joven, me miraba atentamente. Desde entonces siempre he desconfiado de los psicólogos, cualquier movimiento, gesto o mirada bastaba para ponerles sobre la pista de tus emociones y pensamientos. Mis padres estaban sentados detrás de mí y me miraban con ojos dulzones. Un sol de marzo entraba por la ventana de la habitación dando vida a todos los coloridos dibujos que estaban colgados en las paredes. Pertenecían a los demás niños que asistían al psicólogo.
La doctora empezó a hablar mientras miraba las anotaciones de las sesiones anteriores.
- Según lo analizado hasta ahora, dices que todas las noches empiezas a soñar que te despiertas en un barco mientras Eva te ahoga. El barco va a la deriva por un mar desconocido y tú lo controlas. Todas las noches sueñas con alguna aventura, ¿no? Cuando te despiertas, la escribes. Es eso, ¿no? ¿Por qué Eva siempre te despierta ahogándote? ¿No es desagradable?
- No. Eva siempre me despierta así porque tiene miedo de que no me vaya a despertar nunca, de que me quede aquí atrapado para siempre. No puedo culparla, yo también estaría preocupado.
- Y dime, ¿no crees que Eva tiene algo que ver con que seas adoptado? ¿No echas de menos a tu madre?- alcancé a ver como mamá entornaba los ojos.
- No. No tiene nada que ver con eso.
- Bien…-garabateó algo en una nueva hoja y prosiguió- todas esas aventuras que luego escribes se parecen mucho a las que hay en los libros, y a ti te gusta mucho leer. ¿No crees que sueñas eso por que lo has leído y te gustaría vivirlo?
- ¿Cómo le pasó a Quijote? Puede ser. Pero yo te digo que las vivo de verdad.
- Cariño, son solo producto de tu imaginación, ese mundo que nos cuentas a tus padres y a mí no existe. Eva no es real.
- ¡Pero si te estás contradiciendo tú misma!
- ¿Por qué? ¿Quieres decirnos algo?
- ¿Por qué nadie lo entiende? ¡Eva es mi imaginación!

Me dieron el alta aquella misma tarde. En efecto, fui un gran escritor. Todo el mundo pensó que yo tenía una imaginación grandiosa. Y así fue. Todo por coger este barco. Supongo que tu no te negarás a cogerlo, ¿verdad?

Cuando el viejo marinero que custodiaba aquel barco misterioso acabó su relato, yo estaba confusa, muy confusa. Había escuchado cómo me contaba su vida y andanzas y realmente lo que contaba de aquel barco al que había llamada Sueño, era fantástico. Y ahora me proponía a mí ser su capitana. Como si le estuviera diciendo a Alicia que se tirara por la madriguera que la llevaría al País de las Maravillas. No sé por qué lo hice. No sé por qué acepté el barco que aquel marinero en tierra me ofrecía y me hice a la mar, a aquella mar desconocida para mí.

                                                        PUNTO Y FINAL.


Otro relato mio, espero que os haga volar la imaginación!!! By Carmen :D

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