Creo que todos vosotros sabéis de qué van los campamentos de verano, estos de quince días en un pueblo con mucha, mucha naturaleza. Bueno, yo digo esos porque son los que me tocaron a mi hasta ahora, pero parece que ahora si no te vas un mes a una residencia de intercambio en Inglaterra no eres nadie. Entre nosotros, la economía de mi casa no está para eso. Ni creo que lo esté dentro de unos años. Así que haciendo un esfuerzo mental, os invito a que uséis la imaginación, que es lo único de lo que sí podemos echar mano ahora, y recordéis esos campamentos. A la vez, lo voy a hacer yo.

Y así lo pasábamos, entre venganza y venganza. Luego venían los cubos de agua con toda la porquería que pudimos poner, después nuestra ropa desaparecía mientras estábamos en la ducha. En fin, qué os voy a contar.
Pero si hay algo que recuerdo con claridad es cómo me empezaron a caer mal los perros. Era el último día del campamento y había una montaña de maletas y bolsas que esperaban a que sus dueños las cogiesen. En la plaza del campamento solo había eso: maletas y un perro enorme muerto de risa. Los que cogían el bus para Bilbao se iban antes, así que cuando llegó el bus, recogieron sus bártulos y apenas quedaron dos o tres maletas. Se supone que la mía tenía que estar entre ellas. Se supone. Pero cuando quise echarle un ojo, allí no había nada, adiós maleta. Removí cielo y tierra, pregunté hasta en la cocina, pero mi maleta y mi saco de dormir habían desaparecido. Ya estaba desquiciada, cuando la luz se hizo en mi cerebro: alguien se tenía que haber confundido y metido también mi maleta en el autobús para Bilbao. Así que se hizo volver a todos los vascos, que no estaban nada felices, desde la autopista hasta el pueblecito. La cara de conductor le hubiera valido para estar en un velatorio. Me miró hacía abajo, porque de esto hace algunos años, pasando las manos por las arrugas de la arrugada camisa. Aquel tipo vivía como un ultraje personal tener que dar la vuelta por culpa de esa niña de coletas que iban danzando a cada paso. Auténtico pelo happy. Y me metí dentro del maletero del bus buscando mi maleta. Media hora después, estaba casi convencida de que había hecho volver a los vascos para nada, y eso no era conveniente.
Allí no estaba la maleta y se empezó a sospechar del contenido de mi cola-cao. Hubo que volver a dar la vuelta y estaba claro que a mi maleta se la había tragado un agujero negro. Pero resultó que no, se la había tragado un perro. Porque no estaba muerto de risa, solo estaba esperando a tener algo al alcance de sus dientes. Como, no sé, por ejemplo, una mochila nueva y reluciente. Para que quedara bien, pero bien llena de dentelladas, y barro, y todo deshecho. El forro por un lado y la tela por otro, todo ello debajo de una marea de babas. Fue como encontrar un cadáver de mujer en la caseta del perro asesinada por Jack el Destripador. Jamás he visto un mordisco tan lindo y bien proporcionado en un DNI. Y estoy segura de que los últimos billetes de cinco que me quedaban le tiñeron la lengua de azul. Pero nadie se puso de acuerdo sobre quién era más tonto: el perro por comerse mi mochila o yo por montar aquel escándalo.
Así que mucho cuidado con los perros si os vais de campamento. Son malvados. Yo aquel día no tuve fuerzas para tomar represalias, porque había pasado toda la noche sin dormir, metida en una tienda de campaña como sardinas en lata, y acabé durmiéndome encima de las lavadoras. Cosas que pasan, es lo que tienen los campamentos, se podrían llenar un libro con anécdotas de todo tipo. Pero lo mejor es ir a vivirlas en primera persona. By Carmen:D
Que bueno! Ala, pero que anécdotas pasabas en los campamentos, era increible, pufff yo recuerdo en unode una tienda de campaña, que puff, fue aquello brutal y con lomiedoso que yo era, recuerdo aquellas caminatas por la noche y con linternas que no lucían una mierda, y luego meternos en un refugio, allí todos, como si fuera aquella un desmadre total, en fin, recuerdo, como era estar despierto e ir a la tienda de campaña de las chicas a picarlas y bueno, yo, tal vez, siempre fui más tra quilo, pero había gente que no paraba. Lo peor era cuando llovía. Otro día te lo cuento. Un saludo ;D
ResponderEliminarSí, sé de todo lo que me dices...Las tiendas de campaña. Siempre he tenido una dificultad para distinguir tiendas de campaña en medio de la noche, así que siempre entraba en la de los chicos.
EliminarNo te preocupes, ya intercambiaremos anécdotas cuando nos veamos...seguro que tenemos para la tarde entera, ¡y le demostraremos a Ángel que son verdad! :D
Vaya, es increible las cotas de imaginacion que puede alcanzar tu cerebro, porque esto es inventado, ¿verdad? Eso por no hablar de tu sentido del humor. Realmente, por muy largas que sean tus entradas, no te cansas d leerlas, y tampoco de reir. Y eso esta muy bien. No solo pregonas la necesidad de reirse en estos tiempos, si no que ademas nos proporcionas el.inatrumento necesario para ello: tus textos y tu blog.
ResponderEliminarUn saludo O:-)
Muchas gracias por esa opinión que me deja por los aires ^^), pero (descontando un 0.01 de exageración) todas las anécdotas, por ridículas e increíbles que puedan parecer, son ciertas y tan reales como yo...(porque soy real)
Eliminar;)
Vaya, es increible las cotas de imaginacion que puede alcanzar tu cerebro, porque esto es inventado, ¿verdad? Eso por no hablar de tu sentido del humor. Realmente, por muy largas que sean tus entradas, no te cansas d leerlas, y tampoco de reir. Y eso esta muy bien. No solo pregonas la necesidad de reirse en estos tiempos, si no que ademas nos proporcionas el.inatrumento necesario para ello: tus textos y tu blog.
ResponderEliminarUn saludo O:-)