domingo, 26 de enero de 2014

Retrato de una neurótica rubia de bote. Parte I

Hola queridos/as lectores/as!!! Aquí os traigo mi relato de la última sesión de Cartapacio, que se ocupó del relato cómico. Esto vino a cuento de un reto propuesto por servidora: escribir un relato cómico como forma de demostrar que es más difícil hacer reír (comedia) que llorar (tragedia). Si no se ha demostrado que yo tenía razón, al menos ha quedado patente que hay bastante respeto por lo cómico y que parece siempre de bastante dificultad.
En este relato he combinado un post que hice en verano muy interesante con una historia disparatada, al estilo de "Tolomeo y Marieta". Espero que os guste. Para que no os resulte muy pesada la he dividido en dos partes. By Carmen;D


                                RETRATO DE UNA NEURÓTICA RUBIA DE BOTE.

Hoy estamos aquí reunidos, queridos niños y niñas, para dar a conocer la historia oculta y perturbadora de alguien no menos perturbador y excepcional que todos vosotros conocéis. Un personaje aparentemente cuasiperfecto, carismático, dorado, aúreo, podría decirse que con una luz propia cegadora que, efectivamente, ha cegado a millones de niñas inocentes. Pero la verdadera historia se aleja mucho de la realidad que a todos os han contado. Y como os supongo unos pequeños avispados y ávidos de verdad, no tendré reparos en contaros la auténtica vida de Barbie.

Para empezar, Barbie no se llama Barbie, sino Ginger. Anne Ginger Terence Morgan  para ser más exactos. Su madre fue una mujer bastante chapada a la antigua que tenía auténtico amor por los nombres compuestos (como iba a ser llamándose la pobre Suzanne Charlotte Mary Edit Walter Collins) y repugnaba las abreviaciones. Y más aún si estas te hacían parecer pija ya de entrada. Así que digamos que aquella buena mujer nunca tuvo intención alguna de llamar a su hija Barbara, y mucho menos Barbie. Su padre, según consta en los registros del ayuntamiento, fue Pinocho, que frustrado por el poco éxito que tenía en Italia con las mujeres, un buen día decidió meter en su maleta todo su embrollo de hilos de marioneta e irse a hacer las Américas. Se ve que allí tuvo más éxito, viendo la belleza que ayudó a traer al mundo.
Cabe destacar que su madre fue una mujer negra, hija de un buscavidas pobre que hacía budú con sus viejos muñecos deshilachados todos los días pares, y los impares predicaba en la iglesia evangélica del barrio. Los días pares atendía una gran demanda de peticiones de homicidio discreto y doloroso, y los días impares se ocupaba de la gran afluencia de feligreses que se confesaban arrepentidos y atemorizados, porque el día anterior su vecino el de la trompeta había tenido un infarto que le había impedido acabar sus prácticas musicales de madrugada. El caso es que gracias a esta especial conexión con las fuerzas sobrenaturales, que de alguna forma u otra se ponen de acuerdo y gobiernan el mundo, el padre de Suzanne Charlotte Mary Edit Walter Collins incluyó orgulloso a su hija en el coro de la iglesia nada más esta cumplió once años. La muchachita se crió muy disciplinada, más bien reprimida en unos valores propios de dama de peluca empolvada que la obligaban a caminar con una pila de libros en la cabeza en vez de leerlos.

En algún punto de esta cronología Pinocho y Suzanne Charlotte Mary Edit Walter Collins se conocen y lo abandonan todo para irse a vivir juntos su particular idilio de amor a la Italiana. Con esto quiero decir que compraron una pequeña casita como la de los tres cerditos en Little Italy y la nueva señora Pinocho, a una edad más bien corta, renegó de su familia y sus dogmas para dedicarse a una vida más bien colorista y alegre. Esto conllevaba, por supuesto, la anulación de su nombre del testamento del abuelo y la ruptura de relaciones con la familia, debido a la deshonra que todo aquello acarreó. Su padre, el trasnochado maestro del gurú la maldijo con una gran desgracia que pronto aparecería en su vida para torturarla hasta que su esquela saliera en el periódico de un martes plomizo. Prácticamente horas después de este crucial hecho, Suzzane Charlotte Mary Edit Walter Collins daba a luz a Anne Ginger Terence Morgan, osea Ginger, osea Barbie. Ya se sabe lo rápido que van estas maldiciones. Los expertos en el tema aún no están muy seguros de dónde viene el apellido de soltera de Ginger, ya que este no corresponde a ninguno de sus padres. Han llegado al acuerdo común de que la pequeña Ginger, un día en el parvulario descubrió la existencia de Marilyn Monroe y esto fue tal revelación para ella que decidió cambiarse inmediatamente el apellido para parecerse a su estrella, y lo primero que se le ocurrio fue eso, Morgan. Esto demuestra a que temprana edad comenzaron a ser visibles los fatales síntomas de nuestra angelical protagonista.

Cuando Ginger, osea Barbie, cumplió los dieciséis años era una muchacha mulata con grandes gafas de culo de botella, grandes braquets y grandes expectativas en la vida. Pero todos los niños que la joven pudiera tener se veían sesgados de manera cruel por su madre, la cual después de unos años recibiendo abnegadamente más y más maldiciones de su padre al ver que su hija no regresaba, decidió renegar de los principios coloristas y transgresores y acogerse de nuevo a una ardiente fe y pelucas empolvadas. Así pues Ginger vestía de forma siempre recatada, discreta, anticuada e incómoda. No creáis que os hablo de ropa algo pasada de moda, o de un sencillo jersey de cuello alto. Os hablo de que Ginger iba a clase en los años 60 con vestidos medievales, preferentemente rosas, que tapaban hasta el agosto el 85% de su cuerpo y le daban un aspecto asquerosamente dócil. Además, los días en que su madre consideraba que había hecho algo realmente mal, Ginger era castigada a llevar una especie de capirote en la cabeza que a sus amigas les parecía el complemento perfecto para su permanente disfraz de hada-princesa medieval, pero en realidad era un sambenito de los de la inquisición, un regalo de su abuelo por su cumpleaños. Por supuesto las clases de gimnasia en el instituto con esta indumentaria era un pitorreo, porque con semejante vestido no se puede dar una zancada para correr ni dar a un balón. Así pues, imaginaos a la pobre Anne Ginger Terence Morgan dando pequeños saltitos y caminando como si fuera Charlot, angustiada, detrás de una pelota que se movía por el suelo con la lentitud con la que cae una gota de resina al suelo, y aún así no conseguía atraparla. Claro está, era el hazmerreír de sus compañeros, y si de alguien podemos decir que sufrió uno de los más feroces acosos escolares dentro de la categoría de instituto americano, es de Barbie, osea Ginger.

El trauma que le provocaron estos vestidos y la honda huella que dejaron las burlas de sus compañeros en Ginger son claves para su evolución futura, ya que desde entonces una de sus necesidades más profundas fue ser querida, y ya no querida, amada por todos a su alrededor de una forma incondicional y eterna. Por añadidura, en sus peores pesadillas era una princesa vestida de rosa encerrada en un castillo bucólico rodeada de ponys perversos y zapatos parlanchines e hipócritas. Un buen día, harta de toda esta parafernalia, se refugia en la iglesia a la salida de sus ensayos en el coro. La tarde ha sido especialmente mala, porque ha tenido que hacer un solo muy difícil, y la verdad es que su voz no es ninguna maravilla, y de nuevo ha sido apaleada a burlas por todos. Arrodillada ante el altar, tiene una revelación en la que una mujer joven entra corriendo a la iglesia hasta llegar a la estatua de un santo negro (detalle que Ginger toma como alusión al color de su piel) y luego suceden cosas aún más extrañas que la inocente joven sigue intrigada. Interpreta en todo aquello una señal divina de que ha llegado el momento de dar a su vida un giro de 180 grados

Al día siguiente se rapa media cabeza y se hace la permanente en la otra mitad. Desde entonces, ella misma continúa la saga de deshonra familiar, ya que su madre reniega de ella y la expulsa de su propio testamento. Esta vez el regalo de su abuelo, el del budú, es una dama de hierro, esas máquinas alemanas de tortura, a pequeña escala, para que Ginger pueda ir acabando lentamente con su vida y le haga un favor a toda la familia. Hay que ver la de cosas que había en el desván de ese viejo. Ginger la usa de armario para la gran colección de ropa que tendrá a partir de ahora, después de forrarla con terciopelo rosa.
Empieza a frecuentar las peores compañías, ingresa en distintas pandillas, una tras otra, con un intervalo de dos semanas y media en medio, recorriendo todas las tribus urbanas adolescentes conocidas extrayendo de cada una de ellas lo mejor. Por ello se tiene constancia en los archivos de que fue ganadora dos años consecutivos del concurso a nivel local de enrollar porros a grandes velocidades. Por entonces tiene su primer desengaño amoroso. Ginger se cree locamente enamorada de un compañero de la pandilla de góticos en la que está ahora. Una noche en la que todos habían salido de fiesta, a altas horas de la madrugada y bajo los curisos efectos del alcohol y las drogas, Ginger, osea Barbie le confiesa su amor al susodicho chico, con un romántico paisaje por escenario: el borde de una fría carretera de las afueras. Nada más oída tan estremecedora revelación, nuestro Romeo opta por poner distancia entre ambos, una distancia de digamos exactamente la anchura de una carretera. Cruza corriendo el alquitrán negro y desaparece en la noche gritando, después de lo cual no hemos vuelto a tener noticias de él. Desde entonces y para los próximos tres años este será el lugar favorito para intentos de suicidios de Barbie, osea Ginger, pasatiempo al que dedicará mucho esfuerzo en cruzar la carretera en el momento exacto en que venga un coche. Pero Ginger nota que la desdicha se aprovecha de ella en todo momento y ni siquiera le permite la muerte, ya que no hay un maldito coche dispuesto a atropellarla y a menudo acaba gritando frenética en medio de la carretera, insultando a los conductores que la esquivan.

                                                                                   to be continued.....

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