martes, 15 de octubre de 2013

"Posdata: puede que haya dejado el grifo sin cerrar."



Hola queridos/as lectores/as!!! Seré breve. Cartapacio (me refiero al único e inigualable Club de Escritura Cartapacio, por supuesto) a vuelto a la vida. Bueno, esto es un tanto incorrecto, porque en realidad nunca se fue de ella. O al menos a mi no me consta, tan solo por el momento, en mi lista de asesinatos. No, porque durante verano estuvo presente con lindas sesiones en parques públicos aunque, todo hay que decirlo, no tienen nada que ver con las originales.
Disponer de un aula cerrada a los ojos del mundo solo para este selecto club en el que se puede hablar, filosofear (perdón, quiero decir filosofar :P) de cualquier cosa es una maravilla. Eh, un momentito, que nadie entienda por la anterior frase "desmadre total sin que nadie se entere", de eso nada. Sencillamente es Cartapacio, y si queréis profundizar en el sentido de este sustantivo, adjetivo, verbo y adverbio, pues tendríais que asistir a las sesiones, que ya lo digo de paso, curan de todo mal que un adolescente con inquietudes pueda adolecer durante quince días.

Para la primera sesión (de la cual solo os puedo decir que fue bastante esperanzadora, y había el mismo nivelazo literario de siempre :) habíamos propuesto como formato del relato una carta. Mmm...sigo sin estar muy muy orgullosa de lo que he escrito, aunque he conseguido darle el toque By Carmen:D, y eso ya me llena de orgullo y satisfacción. ¿Os imaginabais otra cosa que una carta de suicidio? Aquí os la dejo, disfrutadla ^^. By Carmen:D
Pd: ruego disculpen las molestias por la regularidad de las entradas, pero el instituto es el instituto y yo soy yo, osea que solo tengo dos manos, una cabeza y veinticuatro horas al día.

A cualquier ser que forme parte de esa repugnante especie llamada raza humana, como por ejemplo, el casero:

Antes de nada, antes de que su voz autoritaria comience a bramar reclamando el orden y la serenidad que he osado robar, una vez más, de su vida, permítame decirle a usted, uno de los mayores imbéciles que he conocido, que he tenido la delicadeza de decantarme al fin por un suicidio no sangriento, como era mi deseo. He dejado el cuchillo de cocina para otra ocasión, y lo mismo con la pistola que debiera dejar mis neuronas repartidas por ahí. No crea que lo hago por condescendencia, ni mucho menos. Lo hago porque sería capaz de venir sacarme de la tumba solo para que le pague la alfombra manchada de sangre. Maldito cabrón. Pensandolo bien, debería haber escogido un suicidio que hiciera, además, volar la casa entera por los aires. Y vaya usted a reclamar el alquiler a quien le dé la gana.

Pero ya no quiero demorar un minuto más mi plan. Mientras lee esto mi cadáver estará delante suyo, en un estado de putrefacción tal que aventuro no le será nada grato a la vista. Míreme pues, alce los ojos del papel para ver mi piel blanca que apenas acoge restos de lo que parecen ser huesos; olfatee el aire con su cara de cerdito y adivine el hedor de la muerte impregnado en las cuatro paredes de su piso, un hedor que ni el más caro ambientador anunciado en televisión será capaz de borrar. Esta habitación ha muerto conmigo. Yo estoy muerto. ¿No le parece escalofriante? Puede que mis ojos sigan abiertos y le miren directamente a usted. ¿Sabe qué le dicen? Que jamás conseguirá alquilar de nuevo este piso. Yo me encargaré bien de ello.


Se preguntarán por qué lo hice. Dígales que acababa de sufrir un atroz desengaño amoroso, que se me había acabado el dinero para pagarme la droga, que mi vida no tenía sentido, o que cuando olvidaron felicitarme por mi décimo cumpleaños me causaron un trauma infantil como la copa de un pino. Oiga, dígales lo que mejor le parezca, lo que más vergüenza les dé, lo que más los aleje de mi tumba hasta en el día de los difuntos. Sé que está en su naturaleza inventar cosas de este tipo, así que espero que no me defraude.
Sin embargo a usted quiero contarle la verdad. ¿Por qué? Porque me apetece. Porque sé que se quedará pegado al papel, buscando hasta el último momento la línea donde diga en qué descampado he escondido mi inexistente fortuna. Voy a hacer algo por usted y decirle que se desengañe, que soy tan pobre como parezco, y los retrasos en el pago ya deberían de indicárselo. También podría pensar que me suicido porque me encuentro ahogado en una pobreza de la que no veo salida alguna. Pero tampoco, normalmente la mayoría de los suicidas nos suicidamos porque descubrimos que en el orden natural de las cosas ocupamos el último lugar.
En mi caso la situación tiene algún matiz más: no aguantaría otro día en este mundo. Verá he llegado a la conclusión de que no le importo a nadie, de que no tengo voz alguna en el curso de las cosas y mucho menos de mi vida; y que, ciertamente, poco importa que viva o muera. De cualquiera de las dos formas, nadie me escuchará. Además, después de tantos ratos de reflexión me he dado cuenta fatalmente de que todo lo que el ser humano toca lo estropea, y de que no habrá manera alguna por la que una utopía pueda ser realizada. Y como yo soy un soñador impenitente y me revienta tanto ser consciente de ello, pues me voy a suicidar.

Así son las cosas y no le dé más vueltas, que no es para tanto, no dramaticemos. Ya ve, si es que es la misma historia aburrida y melodramática de siempre. Lo único en lo que he querido permitirme perder el tiempo ha sido en la forma de suicidio, porque, ya que me voy a matar, me gustaría matarme bien, que todos puedan apreciar los detalles de la operación, y no que lleguen y se encuentren con un cuerpo dormido y un bote de pastillas al lado. He querido que sea un espectáculo, que condense todo lo que siempre he querido decir y nunca he podido.

Como puede constatar, mi nariz sigue siendo roja, los guantes de un blanco sucio y el traje de rayas sigue siendo mi vestimenta. Pero, acérquese a mirar: están recién lavados. Un lindo detalle, que no estamos para morirnos y que nos tengan luego que duchar. Además, tantos años de profesión, tantos días de lluvia encerrado en una caja invisible para los demás…bah, algo de melancolía, eso es todo. A mi me gusta mi oficio. Puedo llegar a presumir de que tengo vocación de mimo: ese monólogo angustiado con un mundo que al final, niños incluidos, pasa de ti. Al fin y al cabo, ¿Qué otro trabajo le vendría mejor a un mudo que el de mimo? Es esa deprimente tarea que me ocupa desde mi más dulce juventud: las ganas vitales de gritar, de hablarle a tu entorno aunque solo sea para decirles que acabas de ver las preguntas del examen de matemáticas. Es cierto que sí que ha habido gente que me ha escuchado, y con la que he trabado buena amistad, pero el común de los mortales no sabe hablar lengua de sordomudos cuando te los encuentras por la calle. No extrañará entonces mi carácter introvertido, un tanto misántropo y propicio a reflexiones avocadas a acabar en el suicidio. Aunque ahora me retracto de lo radical de mis pensamientos, sigo manteniendo que al ser humano le vienen grandes sus ropas de ser humano.

Vaya, que tampoco a eso hay que darle más importancia, que me suicido porque sí y punto, a ver si en este país uno no se puede suicidar en paz, demonios. Pasemos a la parte de la que estoy más orgulloso. Le relataré con algo de soberbia la idea de mi muerte: He usado ese armario empotrado en la pared, esa especie de trastero sin ventanas ni conducto de ventilación alguno como lecho de muerte. Como puede comprobar, lo he vaciado de todo objeto que pudiera contener, a excepción de un libro más que voluminoso. Cuando acabe de escribir esto me encerraré dentro del armario y luego romperé la llave. Sin agua, sin comida, sin nada, solo ese libro para matar el tiempo antes de que este me mate a mi. Porque de eso se trata: de sentarme a esperar entre mi silencio cotidiano, a que me muera de hambre, de sed, de asfixia, claustrofobia, aburrimiento o lo que haga falta. No se pregunte cuanto tiempo me llevará esto porque ni yo mismo lo sé. Pero calculo que las quinientas páginas del libro valdrán de sobra. Se trata de la mejor recopilación de relatos cómicos y chistes que he encontrado en el mercado. Sí, exacto, para reír a carcajada limpia. ¿Entiende la ironía? Mi muerte estará rodeada de una sonrisa burlona, de unos pulmones bien aireados y de una risa que evidencia mi felicidad sin sonido, pero moriré feliz.

Como nadie acostumbra nunca a preocuparse por mi cuando paso largas temporadas sin salir del piso, tampoco espero que lo hagan ahora. En cierto, hasta mis vecinos serán culpables de mi muerte. Porque si me oyeran gritar, sollozar, implorando ayuda arrepentido de mi decisión, algún curioso entraría y acabaría por sacarme de mi encierro. Sin embargo, por mucho que en un arrebato de cobardía decida preferir la vida a la muerte, por mucho que mis cuerdas vocales clamen por la salvación, nadie me oirá. Siendo consciente de este punto, sabiendo que soy mi peor enemigo y mi mejor aliado, me he dicho: “Morir de risa, ¿por qué no? Quien sabe, tal vez en vez de gritos angustiados y temerosos, serán frescas carcajadas silenciosas. Quien sabe, tal vez sea el primer suicida que muera tan espontáneamente feliz. Nunca lo sabremos, pero yo guardo la secreta esperanza de así sea. Y que sirva de lección para todos los demás.



                                                        PUNTO FINAL.

4 comentarios:

  1. Es magnífico. Solo tú podías crear un tipo de suicidio como el que has creado, un personaje como este mimo y un humor como el que nos transmites, mezclado, eso sí, con ciertas dosis de rebeldía, insumisión, queja y violencia contenida.
    Pero una cosa... uno no se levanta por la mañana y se le pasa por la cabeza suicidarse. Tiene que haber algo ANTES, una CAUSA o causas previas...

    Un saludo!! ;)

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    1. Gracias^^
      Depende. Depende de muchas cosas, pero no creo que sea necesaria ninguna causa más allá del nivel de desequilibrio que tenga cada persona. Mmm...me lo apunto para filosofEar :P

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  2. Gracias, ahora por fin podŕe leerlo con calma y decirte mi opinión, aunque sea pésima, pero cómo no tenía muy el día y tal... No pude comentarte bien, pero, que sepas, q tendrás una decente y conformable opinión...En fin, que estoy muy triste por no tener mis ideas escritas en un papel y no hzber escrito nada, tengo una cabeza q está un poco a lo suyo, aunque la verdad es una lástima porque yo quería... A veces se trata de dejar pensar, pero yo no podía mientra estábais todos leyendo...

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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